Los pobres son la carne de Cristo. A mí me gusta preguntarle a alguien, cuando confieso gente, (ahora no tengo tantas oportunidades de confesar como tenía antes en mi diócesis anterior pero me gusta preguntar) Usted ¿ayuda a la gente? "Sí, sí, sí". Dígame, cuando da limosna, ¿le toca la mano al que da limosna o tira la moneda y hace así? (el Papa agita la mano), son actitudes. Cuando usted da limosna, ¿lo mira a los ojos o mira para otro lado? Eso es despreciar al pobre. Son los pobres, pensemos bien, es uno como yo y si está pasando un mal momento por miles de razones, económicas, políticas, sociales, o personales yo podría estar en ese lugar y podría estar deseando que alguien me ayude. Y además de desear que alguien me ayude si estoy en ese lugar tengo el derecho de ser respetado. Respetar al pobre, no usarlo como objeto para lavar nuestras culpas. Aprender de los pobres con lo que dije con las cosas que tienen, con los valores que tienen, y los cristianos tenemos ese motivo que son la carne de Jesús.
Ciertamente, es muy necesario para un país el crecimiento económico y la creación de riqueza, y que esta llegue a todos los ciudadanos sin que nadie quede excluido. Eso es necesario. La creación de esta riqueza debe estar siempre en función del bien común, de todos y no de unos pocos. Y en esto hay que ser muy claros. «La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro» (Evangelii gaudium 55).
Las personas cuya vocación es ayudar al desarrollo económico tienen la tarea de velar para que éste siempre tenga rostro humano. El desarrollo económico tiene que tener rostro humano, ¡no a la economía sin rostro! En sus manos está la posibilidad de ofrecer un trabajo a muchas personas y dar así una esperanza a tantas familias.
Traer el pan a casa, ofrecer a los hijos un techo, salud y educación, son aspectos esenciales de la dignidad humana, y los empresarios, los políticos, los economistas, deben dejarse interpelar por ellos. Les pido que no cedan a un modelo económico idolátrico que necesita sacrificar vidas humanas en el altar del dinero y de la rentabilidad. En la economía, en la empresa, en la política lo primero siempre es la persona y el hábitat donde vive.
Con justa razón, Paraguay es conocido en el mundo por haber sido la tierra donde comenzaron las Reducciones, una de las experiencias de evangelización y organización social más interesantes de la historia. En ellas, el Evangelio fue alma y vida de comunidades donde no había hambre, no había desocupación, ni analfabetismo, ni opresión. Esta experiencia histórica nos enseña que una sociedad más humana también hoy es posible. Ustedes la vivieron en sus países acá, es posible.
Cuando hay amor al hombre, y voluntad de servirlo, es posible crear las condiciones para que todos tengan acceso a los bienes necesarios, sin que nadie sea descartado. Y buscar, buscar acaso las soluciones por el diálogo. Yo estoy por terminar lo que tenía escrito pero no quiero que se me quede nada de lo que me han preguntado.
4. En la cuarta pregunta he respondido con esto de una economía toda en función de la persona y no en función del dinero y hablaban de la poca efectividad, la señora empresaria, hablaban de la poca efectividad de ciertos caminos, mencionaba uno que yo había mencionado en la Evangelii Gaudium, que es el populismo irresponsable, ¿no es cierto? y parece que no dan efecto, que hay tantas teorías.
¿Cómo hacerlo? Creo que con esto que digo yo con una economía con rostro humano está la inspiración para responder a esa pregunta. 5. En la quinta pregunta. La respuesta está dada a lo largo de lo que dije cuando hablé de las culturas, hay unas culturas ilustradas, que es cultura, y es buena y hay que respetarla o por ejemplo en una parte del ballet se tocó música de una cultura ilustrada y buena, pero hay otra cultura que tiene el mismo valor que es la cultura de los pueblos, de los pueblos originarios, de las diversas etnias, una cultura que me atrevería a llamarla (pero en el buen sentido), una cultura popular.
Los pueblos tienen su cultura y hacen su cultura, es importante ese trabajo por la cultura en el sentido más amplio de la palabra, no es cultura solamente haber estudiado, poder gozar de un concierto o leer un libro interesante sino también es cultura mil cosas. Hablaban del tejido de Ñandutí por ejemplo, eso es cultura, y es cultura nacida del pueblo, por poner un ejemplo. Y hay dos cosas que antes de terminar quisiera referirme.
Y en esto como hay políticos aquí presentes, está el Presidente de la República, lo digo fraternalmente. Alguien me dijo, mire, "fulano de tal está secuestrado por el ejército, haga algo". Yo no digo si es verdad, si no es verdad si es justo si no es justo, pero uno de los métodos que tenían las ideologías dictatoriales del siglo pasado a las que me refería hace un rato era apartar a la gente o con el exilio o con la prisión o en el caso de los campos de exterminio nazis o estalinistas, la apartaban con la muerte.
Para que haya una verdadera cultura en un pueblo, una cultura política y de bien común, rápido [debe haber] juicios claros, juicios nítidos. Y no, no sirve otro tipo de estratagemas. La justicia es nítida, clara, eso nos va a ayudar a todos. Yo no sé si acá existe eso o no, lo digo con todo respeto, (la gente responde fuerte, pero no se entiende bien) No, no pregunto (responde el Papa), me lo dijeron cuando entraba, me lo dijeron acá y que pidiera por no sé quien, no oí bien el apellido y después, después está otra cosa que también con honestidad quiero decir: un método que no da libertad a las personas para asumir responsablemente su tarea de construcción de la sociedad y es el chantaje.
El chantaje siempre es corrupción. Si tú haces esto te vamos a hacer esto, con lo cual te destruimos. La corrupción es la polilla, es la gangrena de un pueblo. Por ejemplo ningún político puede cumplir su rol, su trabajo si está chantajeado por actitudes de corrupción. Anda dame esto, dame este poder, dame esto o sino yo te voy a hacer esto o aquello otro. Eso que se da en todos los pueblos del mundo, porque eso se da. Si un pueblo quiere mantener su dignidad tiene que desterrarlo. Estoy hablando de algo universal.
Y termino. Para mí es una gran alegría ver la cantidad y variedad de asociaciones que están comprometidas en la construcción de un Paraguay cada vez mejor y próspero. Pero si no dialogan, no sirve para nada, si chantajean, no sirve para nada. Los veo como una gran sinfonía, cada uno con su peculiaridad y su riqueza propia, pero buscando la armonía final. Esto es lo que cuenta. Y no le tengan miedo al conflicto pero háblenlo y busquen caminos de solución.
Amen a su Patria, a sus conciudadanos y, sobre todo, amen a los más pobres. Así serán ante el mundo un testimonio de que otro modelo de desarrollo es posible. Estoy convencido por la propia historia de ustedes de que tienen la fuerza más grande que existe: su humanidad, su fe, su amor, ese ser del pueblo paraguayo que lo distingue tan ricamente entre las naciones del mundo.
Pido a la Virgen de Caacupé, nuestra Madre, que los cuide, que los proteja, que les aliente en sus esfuerzos. Que Dios los bendiga y recen por mí.
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