ASUNCIÓN,
El Papa Francisco presidió el rezo de las vísperas, la oración que reza la Iglesia al caer la tarde, y pronunció una breve homilía. A continuación el texto completo de su meditación:
Qué lindo es rezar todos juntos las vísperas. ¿Cómo no soñar con una Iglesia que refleje y repita la armonía de las voces y del canto en la vida cotidiana? Y lo hacemos en esta Catedral, que tantas veces ha tenido que comenzar de nuevo; esta catedral es signo de la Iglesia y de cada uno de nosotros: a veces las tempestades de afuera y de adentro nos obligan a tirar lo construido y empezar de nuevo, pero siempre con la esperanza puesta en Dios; y si miramos este edificio, sin duda no los ha defraudado a los paraguayos. Porque Dios nunca defrauda Y por eso le alabamos agradecidos.
La oración litúrgica, su estructura y modo pausado, quiere expresar a la Iglesia toda, esposa de Cristo, que intenta configurarse con su Señor. Cada uno de nosotros en nuestra oración queremos ir pareciéndonos más a Jesús.
La oración hace emerger aquello que vamos viviendo o deberíamos vivir en la vida cotidiana, al menos la oración que no quiere ser alienante o solo preciosista. La oración nos da impulso para poner en acción o revisarnos en aquello que rezábamos en los salmos: somos nosotros las manos del Dios «que alza de la basura al pobre» (Sal 112,7) y somos nosotros los que trabajamos para que la tristeza de la esterilidad se convierta en campo fértil.
Nosotros que cantamos que «vale mucho a los ojos del Señor la vida de los fieles», somos los que luchamos, peleamos, defendemos la valía de toda vida humana, desde la concepción hasta que los años son muchos y las fuerzas pocas.
La oración es reflejo del amor que sentimos por Dios, por los otros, por el mundo creado; el mandamiento del amor es la mejor configuración con Jesús del discípulo misionero.