SANTA CRUZ,
En el encuentro del Papa Francisco con los clérigos y religiosos de Bolivia, en el Coliseo Don Bosco de Santa Cruz, el seminarista Damián Oyola dio un emotivo testimonio vocacional que produjo la ovación de los presentes y que el Pontífice se pusiera en pie para acercarse y saludarlo calurosamente.
"Nací en Huari Huari, Potosí, al occidente de Bolivia, en el seno de una familia minera. Mi papá, mi abuelo (que aún vive), y todos mis tíos son aguerridos mineros de los socavones del Potosí. Yo mismo viví la experiencia de trabajar es esos oscuros parajes de las minas, siguiendo las vetas sangrantes del preciado metal", dijo el joven que contó que creció con el impulso de su padre al estudio y el ejemplo tierno de su madre que siempre rezaba, incluso estando enferma.
"Sé que mi llamada no surgió en una noche de sudores o en una espectacular conversión al estilo de San Pablo. Fue más bien un largo proceso que aún sigue su curso… Cuando entré al seminario ya tenía una larga historia de llamadas. No sé exactamente cuándo nació. Pero sé que es una constante invitación del Señor a seguirle".
No obstante, al terminar los estudios filosóficos, quiso desentenderse de la llamada e ingresó a la universidad a estudiar derecho, pero al terminar la carrera tuvo la certeza de preguntarle al al Señor, como Pedro: "¿A dónde voy a ir Señor si tú tienes Palabras de Vida?"
"Cada mañana me levanto sintiendo esa suave invitación a seguirlo, aunque otras mañanas me dan ganas de quedarme sentado, desentenderme de todo, cerrar los ojos y temblando decirle, gritarle: '¡Señor no soy yo el que Tú quieres que sea!'"
"A veces, enfurecido, siento que mi vida se va a la ventolera, que todo fue un tiempo perdido. Pero aparece una vez más la dulce presencia de Jesús, seductor, mimoso. ¡Así no es posible desentenderse!"