Cada 9 de julio se recuerda a la Beata María de Jesús Crucificado Petkovic, quien le decía a sus religiosas que debían “seguir a Cristo, escuchar a Cristo, humillarse en Cristo, sufrir silenciosamente en Cristo, arder en Cristo, perdonar en Cristo, amar en Cristo, sacrificarse en Cristo”.
La Beata María Petkovic nació en Korcula (Croacia) en 1892. Creció en una familia muy cristiana y llegó a ser presidenta de la Asociación de Hijas de María. Poco a poco sintió el llamado a la vocación y después de formar parte de la Tercera Orden Secular de San Francisco, concibió la idea de iniciar un instituto religioso femenino.
Más adelante, con ayuda de su Obispo, funda la Congregación de Hijas de la Misericordia para la educación e instrucción de la juventud femenina. En 1956 la institución religiosa pasó a ser de derecho pontificio y fueron aprobadas sus constituciones.
Madre María de Jesús Crucificado Petkovic era una mujer fuerte en las adversidades, tierna en sus afectos y una gran enamorada de Jesús crucificado. Se mantuvo unida a la oración, así como a las directrices y consejos de los pastores de la Iglesia.
Siempre se mostró alegre cuando servía a los más necesitados y animaba a sus hermanas a que mostraran con su comportamiento y sacrificios que en ellas estaba el amor y la misericordia de Dios.
Partió a la Casa del Padre en Roma el 9 de julio de 1966 con una gran fama de santidad, mientras su congregación continuó en expansión por diversos países de Europa y América, dedicándose a la educación de niños y la juventud, el cuidado de personas ancianas y enfermas, y al apostolado parroquial.