VATICANO,
El Papa Emérito Benedicto XVI recibió en la mañana del sábado 4 de julio en la localidad de Castelgandolfo, a las afueras de Roma, el doctorado honoris causa por la Pontificia Universidad Juan Pablo II y la Academia de Música de Cracovia (Polonia). En el discurso de agradecimiento, Benedicto XVI habló del significado de la música sacra y de su importancia en la Iglesia.
El doctorado le fue entregado por el Cardenal Arzobispo de Cracovia, Stanislaw Dziwisz, antiguo secretario personal de San Juan Pablo II.
Benedicto XVI también recordó algunas de sus características y el recorrido histórico que ha desarrollado hasta la actualidad. Para el Papa Emérito, "la calidad de la música depende de la pureza y de la grandeza del encuentro con el divino, con la experiencia del amor y del dolor". "La gran música sacra es una realidad de rango teológico y de significado permanente para la fe de toda la cristiandad"; por ello "no puede desaparecer de la liturgia".
A continuación, ACI Prensa les ofrece una traducción del discurso original pronunciado en italiano:
"En este momento no puedo más que expresar mi más grande y cordial agradecimiento por el honor que me han reservado ustedes confiriéndome el doctorado honoris causa. Agradezco al Gran Canciller, su querida Eminencia el Cardenal Stanislaw Dziwisz, y las Autoridades Académicas de los dos Ateneos. Me alegra sobre todo el hecho de que de esta manera se haya hecho todavía más profunda mi unión con Polonia, con Cracovia, con la patria de nuestro gran santo Juan Pablo II. Porque sin él mi camino espiritual y teológico no es siquiera imaginable. Con su ejemplo vivo él nos ha mostrado como pueden ir de la mano la alegría de la gran música sagrada y la tarea de la participación común en la sagrada liturgia, la alegría solemne y la simplicidad de la humilde celebración de la fe. En los años del post-concilio, sobre este punto se manifestó con renovada pasión un antiquísimo contraste. Yo mismo crecí en Salisburghese marcado por la gran tradición de esta ciudad. Aquí las misas festivas iban acompañadas por el coro y la orquesta, que fueron parte integrante de nuestra experiencia de fe en la celebración de la liturgia.
Permanece indeleble grabado en mi memoria cómo, por ejemplo, apenas resonaban las primeras notas de la Misa de coronación de Mozart, parecía que el cielo casi se abriera y se experimentaba de manera muy profunda la presencia del Señor. Junto a esto, sin embargo, entonces ya estaba presente también la nueva realidad del Movimiento litúrgico, sobre todo a través de uno de nuestros capellanes que más tarde se convirtió en vice-regente y después en rector del Seminario mayor de Frisinga. Durante mis estudios en Múnich de Baviera, después, muy concretamente me introduje cada vez más en el interior del Movimiento litúrgico a través de las lecciones del profesor Pascher, uno de los más significativos expertos del Concilio en materia litúrgica, y sobre todo a través de la vida litúrgica en la comunidad del seminario. Así, poco a poco fue perceptible la tensión entre la participatio actuosa conforme a la liturgia y la música solemne que envolvía la acción sagrada, incluso si todavía no se sentía tan fuerte.