6.- Mil millones de turistas, si son adecuadamente acogidos, pueden convertirse en una importante fuente de bienestar y de desarrollo sostenible para todo el planeta. La globalización del turismo también conduce al nacimiento de un sentido cívico individual y colectivo. Cada viajero, adoptando un criterio más adecuado para recorrer el mundo, se convierte en parte activa en la protección de la Tierra. El esfuerzo de cada individuo multiplicado por mil millones se convierte en una gran revolución.
En el viaje también se esconde un deseo de autenticidad que se expresa en la inmediatez de las relaciones, en el dejarse involucrar por las comunidades visitadas. Nace la necesidad de alejarse del mundo virtual, capaz de crear distancias y conocimientos impersonales, y de redescubrir la autenticidad del encuentro con el otro.
Y la economía del compartir puede tejer una red a través de la cual se acrecientan una humanidad y una fraternidad capaces de generar un intercambio equitativo de bienes y servicios.
7.- El turismo representa mil millones de oportunidades también para la misión evangelizadora de la Iglesia. "Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón" (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, n. 1). Es importante, en primer lugar, que acompañe a los católicos con propuestas litúrgicas y formativas. Debe también iluminar a quien, en la experiencia del viaje, abre su corazón y se interroga, realizando así un verdadero primer anuncio del Evangelio.
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Es indispensable que la Iglesia salga y se haga cercana a los viajeros para ofrecer una respuesta adecuada y personalizada a su búsqueda interior; abriendo el corazón al otro, la Iglesia hace posible un encuentro más auténtico con Dios. Con este fin se debería profundizar en la acogida por parte de las comunidades parroquiales y en la formación religiosa de personal turístico.
Tarea de la Iglesia es también educar a vivir el tiempo libre. El Santo Padre nos recuerda que "la espiritualidad cristiana incorpora el valor del descanso y de la fiesta. El ser humano tiende a reducir el descanso contemplativo al ámbito de lo infecundo o innecesario, olvidando que así se quita a la obra que se realiza lo más importante: su sentido.
Estamos llamados a incluir en nuestro obrar una dimensión receptiva y gratuita, que es algo diferente de un mero no hacer" (Laudato si', n. 237).
No deberemos olvidar la convocatoria realizada por el papa Francisco a celebrar el Año Santo de la Misericordia. Debemos preguntarnos sobre cómo la pastoral del turismo y de las peregrinaciones puede ser un ámbito para "experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza" (Misericordiae vultus, n. 3). Signo peculiar de este tiempo jubilar será sin duda la peregrinación (cf. Misericordiae vultus, n. 14).
Fiel a su misión, y partiendo de la convicción que "evangelizamos también cuando tratamos de afrontar los diversos desafíos que puedan presentarse",4 la Iglesia colabora para hacer del turismo un medio para el desarrollo de los pueblos, especialmente de los más desfavorecidos, promoviendo proyectos simples pero eficaces.
La Iglesia y las instituciones deben, sin embargo, estar siempre atentas para evitar que mil millones de oportunidades se transformen mil millones de riesgos, colaborando en la protección de la dignidad de la persona, de los derechos laborales, de la identidad cultural, del respeto del ambiente, etc.