VATICANO,
El Papa Francisco recibió esta mañana a los estudiantes que acaban de terminar el curso en la Academia Pontificia Eclesiástica, la institución de la Santa Sede encargada de formar a los diplomáticos que trabajarán en las Nunciaturas y en la Secretaría de Estado.
El Pontífice les dijo que "la misión que un día estarán llamados a desempeñar los llevará por todo el mundo. A Europa, necesitada de despertar; a África, sedienta de reconciliación; a América Latina, hambrienta de nutrición e interioridad; a América del Norte, que quiere redescubrir las raíces de una identidad que no se define a partir de la exclusión; a Asia y Oceanía, desafiadas por la capacidad de fermentar en la diáspora y de dialogar con la inmensidad de culturas ancestrales".
El Santo Padre subrayó diversos puntos del camino que les espera, comenzando por la misión. "Se preparan -dijo- para representar a la Santa Sede en la Comunidad de Naciones y en las Iglesias locales a las que están destinados. La Santa Sede es la sede del obispo de Roma, la Iglesia que preside en la caridad, que no se asienta sobre el vano orgullo de sí misma, sino sobre el valor diario de la condescendencia -es decir del abajarse- de su Maestro".
"La verdadera autoridad de la Iglesia Romana es la caridad de Cristo. Esta es la única fuerza que hace que sea universal y creíble para los hombres y para el mundo; este es el corazón de su verdad, que no erige muros de división y exclusión, sino que se hace puente que construye la comunión y llama a la unidad de la humanidad. Esta es la potencia secreta que alimenta su esperanza tenaz, invencible pesar de los reveses momentáneos".
"No se puede representar a alguien sin reflejar sus rasgos, sin recordar su rostro. Jesús dice: 'El que me ha visto, vio al Padre'. No están llamados a ser altos funcionarios de un Estado, de una casta superior, bienvenida en los salones mundanos, sino para ser custodios de una verdad que sostiene en profundidad a los que la proponen, y no al contrario".
"Es importante que no dejen que los aridezcan los cambios de destino: cultiven raíces profundas, mantengan la memoria viva de por qué emprendieron este camino, no permitan que los vacíe el cinismo, ni consientan que se desvanezca el rostro de Cristo que es la raíz de su recorrido".