TURÍN,
El domingo por la tarde, el Papa Francisco se desplazó hasta la Pequeña Casa de la Divina Providencia fundada hace dos siglos por San José Benito Cottolengo, para mostrar su cercanía y conversar con los pobres y enfermos que están allí.
En las palabras que les dirigió, volvió a abordar la "cultura del descarte" y aseguró que esta se ha difundido "a pesar de los grandes progresos en la medicina y en la asistencia social" y "como consecuencia de una crisis antropológica que no pone en el centro al hombre, sino el consumo y los intereses económicos".
A su vez, denunció esta mentalidad "que no hace bien a la sociedad" y pidió desarrollar "anticuerpos" contra este modo de considerar sobre todo a los ancianos o discapacitados, "como si fuesen vidas no dignas de ser vividas" lo que es "un pecado social grave".
Entre las víctimas de la "cultura del descarte" están precisamente los ancianos, que son "la memoria y la sabiduría de los pueblos". "Su longevidad no siempre es vista como un don de Dios, sino a veces como un peso difícil de sostener, sobre todo cuando la salud está fuertemente comprometida".
"Esta mentalidad no hace bien a la sociedad" y es "nuestra tarea desarrollar los 'anticuerpos' contra este modo de considerar a los ancianos, o las personas discapacitadas, como si fuesen vidas no dignas de ser vividas".
Esto "es pecado, es un pecado social grave". En contraposición, "el Cottolengo ha amado a estas personas".