“Hagamos de nuestro amor una ofrenda grande y universal”, animaba el diácono San Efrén, Doctor de la Iglesia y llamado “el arpa del Espíritu Santo”.
Durante siglos, católicos y no católicos han enriquecido sus liturgias respectivas con las homilías e himnos de este santo, cuya fiesta se celebra cada 9 de junio.
San Efrén nació en Nísibis (actual Nusaybin, Turquía) por el año 306. Creció sin darle mucha importancia a la religión, pero a sus 18 años recibió el Bautismo y siguió muy de cerca a San Jacobo, Obispo de Nísibis, con quien, se afirma, asistió al Concilio de Nicea en el 325.
Después de una larga lucha y negociaciones, los persas se apoderaron de Nísibis y los cristianos tuvieron que huir. El santo pasó a vivir en una caverna abierta entre las rocas de un alto acantilado cerca de la ciudad de Edessa y fue en esa austeridad y soledad que escribió gran parte de sus obras espirituales.
Solía bajar a Edessa a predicar, y el obispo lo nombró director de la escuela de canto religioso, de donde salieron muchos maestros que dieron solemnidad a las fiestas religiosas de diversas parroquias. Con sus cantos y composiciones el santo defendía la doctrina
Se dice que al final de su vida viajó a Cesarea para visitar a San Basilio. En el 372 se dio una gran hambruna en Edessa y San Efrén estuvo encargado de organizar los escasos bienes y de ayudar a los necesitados.