SARAJEVO,
Poco antes de la Misa, había una cierta agitación en la tienda que hacía las funciones de sacristía para el Papa en el Estadio de Koševo. Mons. Guido Marini, Ceremoniero Pontificio, en un cierto momento se ausentó. Después regresó y dio las últimas disposiciones. Algo normal en una organización en la que se mide hasta el último detalle. Pero cuando el Papa Francisco salió para la Misa, algo llamó la atención: su cruz pastoral, el báculo, llevaba en la empuñadura una especie de cinta adhesiva.
"La cruz pastoral se rompió poco antes de la celebración", explicó a ACI Prensa el P. Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede y vocero del Vaticano. "Ante esta situación, se buscó una segunda cruz para sustituirla. Al no encontrarla, se decidió 'ajustar' la cruz de la mejor manera posible".
Lombardi, bromeando, negó después que el suceso fuera un mal presagio, al contrario, "puede ser un buen augurio".
La Misa, en efecto, se desarrolló sin problemas, y el P. Lombardi, en la conferencia de prensa posterior, mostraba casi cierto alivio de que "todo se ha desarrollado según lo previsto". El vocero informó de que "el estadio tiene una capacidad total para 60 mil puestos", pero "la organización me ha dicho que fueron distribuidas unas 66 mil entradas".
La Misa fue el momento más esperado de la jornada, y todos se emocionaron de alguna manera. Unos 600 buses, provenientes de todos los Balcanes (había serbios, croatas, eslovenos, bosnios, de Montenegro, de Macedonia, además de Bulgaria, Hungría e incluso una bandera de China), llevaron a los peregrinos hasta la Misa.
Sobre el acceso por el cual entró el Papa Francisco, habían colocado una campana de 320 kg, con dos jesuitas preparados para tocarla. Era una campana fundida en la fundición de Josip Trzec de Zagabria, un regalo de la compañía "Metal Product" y de la familia de Stjepan Safran.