Cada 21 de mayo la Iglesia Católica celebra a San Cristóbal Magallanes y compañeros mártires. El P. Cristóbal, como muchos otros valientes católicos mexicanos, ofrendó su vida por amor a Cristo y su Iglesia durante los oscuros años de la ‘Ley de tolerancia de Cultos' en México, promulgada por el presidente Plutarco Elías Calles (1877-1945).
Dicha ley tenía como finalidad restringir y diezmar el culto católico en el país, lo que desató una cruel persecución organizada desde el Estado. Por ese motivo muchos católicos terminaron empuñando las armas en defensa de sus vidas, sus derechos y su fe. A este conflicto se le conoce como la “Guerra Cristera”.
Dios no quiere la guerra
“Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”; estas fueron las últimas palabras de San Cristóbal Magallanes, pronunciadas frente a sus verdugos momentos antes de su ejecución. El Padre Cristóbal sabía bien que su patria se desangraba a causa del odio y por eso quiso morir haciendo un llamado a la paz. La participación ejemplar de este santo en defensa de la fe católica y la libertad religiosa está parcialmente recogida en la película “Cristiada” (2012).
Cristóbal Magallanes Jara nació en 1869, en Totatiche, Jalisco (México), en el seno de una familia muy humilde. Trabajó en el campo hasta que cumplió 19 años para ingresar después al seminario de Guadalajara. Allí se distinguió por su honradez, piedad y dedicación. Fue ordenado sacerdote en 1899.
El P. Cristóbal se desempeñó como capellán y subdirector de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara. Organizó centros catequéticos y escuelas en las rancherías, y construyó un orfanato. Fue nombrado párroco de Totatiche, su tierra natal, cargo que desempeñó por 17 años, hasta el día de su muerte.