VATICANO,
El calor de Roma no impidió que miles de peregrinos asistieran a la Plaza de San Pedro al rezo del Regina Coeli presidido por el Papa Francisco.
El Pontífice habló de pequeños gestos hacia el prójimo, hacia el enfermo, el anciano o el necesitado. Gestos que son frutos del amor que Dios ha puesto en el corazón del hombre y que permiten dejar los egoísmos a un lado.
Es este amor, indicó el Papa, el que "el Espíritu Santo vierte en nuestros corazones, para que se cumplan cada día prodigios en la Iglesia y en el mundo".
"Son tantos pequeños y grandes gestos que obedecen al mandamiento del Señor: 'Amaos los unos a los otros como yo os he amado'. Gestos pequeños, de todos los días, gestos de cercanía a un anciano, a un niño, a un enfermo, a una persona sola y en dificultad, sin casa, sin trabajo, inmigrante, refugiado. Gracias a la fuerza de esta palabra de Cristo cada uno de nosotros puede hacerse próximo hacia el hermano y la hermana que encuentra. Gestos de cercanía, de proximidad" donde "se manifiesta el amor que Cristo nos ha enseñado".
Comentando el Evangelio del día, el Papa indicó que "Jesús ha dado la vida por sus amigos. Amigos que no lo habían entendido, que en el momento crucial lo abandonaron, traicionado y renegado".
Así, "Jesús nos muestra el camino para seguirlo, el camino del amor. Su mandamiento no es un simple precepto, que tiene algo de abstracto o de exterior respecto a la vida. El mandamiento de Cristo es nuevo porque Él lo ha realizado primero, le ha dado carne, y así la ley del amor fue escrita de una vez para siempre en el corazón del hombre".