13 de diciembre de 2024 Donar
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Hoy celebramos a Santa Gianna Beretta, la madre que sacrificó su vida para que nazca su bebé

null/ Santa Gianna Beretta, 28 de abril / ACI Prensa

Cada 28 de abril la Iglesia Católica celebra a Santa Gianna Beretta Molla (1922-1962), esposa, madre de familia y médico. Gianna sacrificó su vida -renunció a su tratamiento contra el cáncer- para salvar al bebe que llevaba en el vientre. Es por eso que el Papa San Pablo VI guardó para ella estas honrosas palabras: “[Beretta] Fue una madre que, para dar a luz a su bebé, sacrificó la suya propia en una inmolación deliberada".

Gianna Beretta puede ser considerada como una auténtica heroína de la lucha por defender  la vida humana y su dignidad. Hoy, por su sacrificio, es “patrona de las madres, los médicos y de los niños por nacer”; así como “patrona de las mujeres embarazadas y de las mujeres que padecen cáncer uterino y mamario”.

El encuentro con Dios y con María

Gianna Beretta nació en 1922 en Magenta, localidad ubicada en Milán, Italia. Desde pequeña, Gianna acompañaba a su madre a Misa todos los días. A los 15 años tuvo la oportunidad de asistir a un retiro espiritual ignaciano que dejaría una profunda huella en su interior: Gianna decidió caminar siempre junto a Dios y esforzarse por alcanzar la santidad. Fue en ese retiro donde tomó la resolución de vivir siempre bajo la siguiente máxima: “Mil veces morir antes que cometer un pecado mortal”.

Los siguientes años transcurrieron entre el hogar, la escuela, la belleza de los prados de Lombardía y el servicio a la Iglesia. Gianna fue gran devota de la Virgen María, a tal punto que, poco antes de morir, sus oraciones estuvieron dirigidas constantemente a la Madre de Dios, “su Madre” -como solía llamarla-: “Confío en vos, dulce Madre, y tengo la certeza de que nunca me abandonaréis”.

La joven italiana constantemente hacía referencia a la Virgen en su apostolado; así, de manera casi imperceptible, las huellas de su amor filial quedarían profundamente grabadas en la memoria de muchas personas. Y es que Gianna tenía siempre cerca a María, sea en el hogar, sea en los encuentros con otras jóvenes de la Acción Católica, o en las cartas que escribía a Pietro, su futuro esposo.

Llamada a la santidad como mujer casada

A Gianna la caracterizó siempre su vocación de servicio. Expresión de ello fue su ingreso a la escuela de medicina y la posterior elección de su especialidad, la pediatría. Estaba convencida de que a través de la ciencia y el amor al prójimo, a ejemplo de Cristo, se podía hacer un bien inmensurable. Una vez graduada, pudo realizar uno de sus más grandes sueños: atender a los niños que carecen de lo indispensable y no tienen dinero suficiente para costear un tratamiento médico.

Alguna vez Beretta habló sobre el sentido de su profesión: “No olvidemos que en el cuerpo de nuestro paciente existe un alma inmortal. Seamos honestos y médicos de fe”. En esa línea, a diferencia de muchos otros médicos que han desnaturalizado el sentido de su profesión, a Gianna le preocupaba por sobre todo defender la vida humana, protegerla incondicionalmente; sabía de la necesidad de alentar a las mujeres a que reciban con gratitud a sus hijos y rechacen la posibilidad del aborto.

Tiempo después, tras un proceso de discernimiento, descubrió que Dios la llamaba a formar una familia. Como Dios le había enviado un buen hombre, don Pietro Molla, decidió aceptar su propuesta de matrimonio.

Ser madre: plenitud del amor

Gianna formó un hermoso hogar que floreció con tres hijos. Lamentablemente, al inicio del cuarto embarazo, los médicos le descubrieron un tumor en el útero. La ubicación del tumor obligaba a someterla a una cirugía, pero a riesgo de la vida de la bebé por nacer. Entonces, los médicos, para “minimizar” dichos riesgos, le sugirieron a Gianna que aborte y evite contratiempos futuros, dejándose extirpar el útero en su totalidad. Gianna rechazó tal sugerencia y pidió a los doctores que se preocupen por salvar la vida de su hija.

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La santa sabía que la sola posibilidad de que le extirpen el fibroma equivalía a dejar morir a la bebé. Hoy, trágicamente, un procedimiento de esta naturaleza calzaría “perfecto” dentro de lo que se denomina erróneamente “aborto terapéutico”.

Gianna optó por concluir el embarazo a riesgo de su vida: “Si hay que decidir entre mi vida y la de la bebé, no duden; elijan -lo exijo- la suya. Sálvenla”.

Dar la vida y no la muerte

Al final, los médicos la intervinieron y lograron salvar a la bebé. Gianna Beretta dio a luz a una bella niña el 21 de abril de 1962. Sin embargo, quedó muy débil después de la operación y solo días después, el 28 de abril, murió repitiendo una y otra vez: “Jesús, te amo; Jesús te amo”. Gianna tenía sólo 39 años de edad.

Gianna Beretta Molla fue beatificada el 24 de abril de 1994, por el Papa San Juan Pablo II.

El mismo Pontífice la canonizó el 16 de mayo de 2004.

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