ROMA,
Eran cerca de mil las personas que participaron en la vigilia de Pascua en Erbil, la capital del Kurdistán iraquí, en una tienda levantada por los fieles y donde cada domingo celebran la Misa. Esa noche el celebrante fue el Cardenal Fernando Filoni, que ya en agosto estuvo en Irak como enviado especial del Papa Francisco.
Después del día de Pascua, el Cardenal celebró en Sulemainja junto a casi 400 familias cristianas. La historia de cada uno de ellas no debe ser olvidada.
ACI Prensa conoció estas historias en Irak al participar en un viaje organizado por el Pontificio Consejo Cor Unum, entre Erbil y Duhok, del 26 al 29 de marzo.
La precariedad de los dos millones y medio de desplazados, asistidos por varias estructuras caritativas, realmente no se puede describir. La Misa es para cualquiera de ellos el único momento para afirmar su propia identidad. Sobre todo, el único momento en el cual se aferran a la esperanza de que las cosas cambiarán. Es el momento en el cual cada uno confía su historia personal, sus dramas y temores, directamente a Dios.
Los ancianos
Entre estas historias está la de una pareja de ancianos que vive en el edificio de Nishtiman Bazaar, en Erbil. Llegaron de Karmles. Sin embargo, tuvieron que pasar previamente el drama de haber sido capturados por el Estado Islámico cuando intentaban escapar de sus casas.