VATICANO,
La Misa matutina que celebró el Papa Francisco este jueves en la Residencia Santa Marta fue la última hasta el próximo 13 de abril, ya que el Santo Padre se ocupará estos días de las celebraciones propias de la Semana Santa.
En su homilía, volvió a recordar que un cristiano no puede estar triste puesto que la fe y la esperanza de encontrar a Jesús le da la alegría. Por eso aseguró que "la alegría de la fe, la alegría del Evangelio es la piedra angular de la fe de una persona. Sin alegría aquella persona no es un verdadero creyente" y esa alegría no la proporciona una "doctrina fría" basada sólo en leyes y preceptos.
Esta idea la pronunció al comentar las lecturas del día, en la que Dios promete a Abraham que será padre de una muchedumbre de pueblos. A pesar de que Abraham y su esposa Sara son ancianos, abre "el corazón a la esperanza" y se siente "lleno de consolación". Francisco recordó cómo Jesús les dice a los Doctores de la ley que Abraham "exultó de esperanza" y "se sintió lleno de alegría".
"Y esto es lo que no entendían estos Doctores de la ley. No comprendían la alegría de la promesa; no entendían la alegría de la esperanza; no comprendían la alegría de la alianza. ¡No entendían! No sabían regocijarse, porque habían perdido el sentido de la alegría, que sólo viene de la fe", explicó el Pontífice al grupo de fieles que participaron en la Misa.
"Nuestro padre Abraham fue capaz de alegrarse porque tenía fe: fue hecho justo en la fe. Estos habían perdido la fe. Eran Doctores de la ley, ¡pero sin fe! Es más: ¡habían perdido la ley! Porque el centro de la ley es el amor, el amor por Dios y por el prójimo".
Para el Papa, estos doctores "sólo tenían un sistema de doctrinas precisas y puntualizaban cada día que nadie debía tocarlas", por lo tanto, eran "hombres sin fe, sin ley, apegados a doctrinas que también se convertían en una actitud casuística: se puede pagar el impuso a César, ¿no se puede? Esta mujer, que se casó siete veces, cuando vaya al Cielo, ¿será esposa de aquellos siete? Esta casuística… Éste era su mundo, un mundo abstracto, un mundo sin amor, un mundo sin fe, un mundo sin esperanza, un mundo sin confianza, un mundo sin Dios. ¡Y por esto no podían regocijarse!".