Nápoles,
En una visita que demoró más de lo previsto, el Papa Francisco almorzó en total con un grupo de 120 personas en la cárcel de Poggioreale, entre las que se encontraban los encargados, personal administrativo y algunos presos transexuales y enfermos de SIDA. Al concluir esta actividad, el Santo Padre se despidió uno a uno de cada uno de los que comió con él.
Se calcula que fueron en total 90 los presos que participaron del almuerzo, de los cuales dos pudieron hacerle preguntas al Papa. El primero fue el argentino Claudio Fabián Astorga. "Le agradezco que haya venido a encontrarnos, es una emoción única e irrepetible y este gesto que ha tenido con nosotros, encarcelados, es muy importante, desde todos los puntos de vista, espiritual y humano".
A continuación dijo que "hemos sido olvidados por otros: gobierno, instituciones, excepto por Dios, Jesucristo y por la Iglesia". "Es verdad, nos hemos equivocado, sin embargo, este momento de espera de la libertad es un buen momento para conocer a Dios y acercarnos a Él y encontrar una nueva vida con Él".
"Yo personalmente pensaba que tenía fe y conocía a Dios, pero no era así. Aquí en la cárcel he encontrado a Dios y al Señor Jesús a través de las catequesis semanales, la misa del domingo y la lectura de su libro 'Mente abierta, corazón creyente' que me ha mandado mi madre desde Argentina".
"¿Cómo se puede hacer para poder continuar y alimentar esta fe cuando sea libre, con las tentaciones que me esperan y sin las ayudas espirituales de quien me acompaña en la cárcel?", preguntó al Santo Padre.
Por su parte, Pasquale también agradeció la visita del Papa "para buscar la oveja perdida". Este detenido cumple condena en la cárcel de Scondigliano desde hace dos años, está casado y tiene dos niños. "Nosotros que estamos marginados en la vida, excluidos de tantos recorridos de inserción, ¿encontraremos acogida fuera de estos muros?".