VATICANO,
El P. Maurizio Gronchi, consultor de la Pontificia Congregación para la Doctrina de la Fe, firma para el diario de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, un artículo dedicado al Sacramento de la Confesión, ese encuentro entre "dos pecadores" bajo la misericordia de Dios.
"Tanto hoy como ayer, para confesarse es necesario una fe sencilla, que nos da la gracia de salir de la maraña de nosotros mismo, del ovillo enmarañado que no conseguimos deshacer, para permitir decirnos por el otro: coraje, no temas, tus pecados están perdonados, ve en paz e intenta no hacerlo más", afirma el P. Gronchi.
El sacerdote italiano señala que "del encuentro entre dos personas, dos pecadores, que se encuentran frente a frente, con los ojos bajos o que ni siquiera se ven a través de la malla del confesionario, el único rostro que queda impreso en ambos es el Dios misericordioso".
Cuando somos niños, la Confesión es el primer y verdadero Sacramento que se celebra conscientemente antes de la Comunión. "¿Quién no se acuerda de la ansiedad después del examen de conciencia, de la dificultad de recordar las travesuras, de la vergüenza de admitir las mentiras, las palabrotas, la desobediencia a los padres, y las riñas con los compañeros?", cuestiona mirando hacia atrás.
Después de estas preguntas, continúa, conocimos la alegría de descubrir la misericordia de Dios a través de la sonrisa y el rostro paterno del sacerdote, que no pedía más que una pequeña penitencia. "Una vez superado el primer examen de la vida, por fin experimentamos los que significa sentirse ligeros, relajados, limpios", resalta.
Para comprender todo el respeto y la delicadeza que requiere tratar la Confesión, el sacerdote invita a recordar esta experiencia de antaño. "La vida nos enseña a hacer mediación, para buscar soluciones, a menudo los compromisos, las fugas y los engaños. Tal vez pasen los años y nos creemos que los problemas de la vida los tenemos que resolver solos, con nuestra propia conciencia", dice.