Hoy tengo 56 años y estoy ejerciendo mi apostolado en la misión católica de Lowanatom que se encuentra en la isla de Tanna. Mi misión es anunciar el Evangelio especialmente entre los jóvenes por medio de la educación. Soy profesor de lengua francesa, historia y religión, además de realizar otros servicios en el colegio (subdirector, responsable de pastoral, enfermero, responsable de proyectos.).
Mi vida está marcada por los jóvenes a los que quiero con locura y a los que me entrego sin reparar en fatigas. Esta misma semana, en el estudio de la noche que es cuando me dedico a curar heridas y atender a los enfermos, una de mis alumnas me preguntaba: "¿Hermano, no está cansado de todo el trabajo de este día? ¿Por qué, además, tiene ánimo para venir a curarnos?" Yo le respondí muy sonriente: "Esto no tiene misterio, es porque os quiero. Vosotros sois la razón de mi vida." A lo cual, ella me respondió muy sonriente: "Nosotros también te queremos mucho. Muchas gracias".
La alegría del Evangelio, según mi experiencia, no consiste en pasar la vida sin tener problemas, sin tener que superar dificultades. La alegría del Evangelio consiste en hacer todo con mucho amor. Es poner el corazón en todo, hasta en las cosas más pequeñas. La alegría del Evangelio consiste en sonreír aunque a veces se llore en el alma, aunque la fatiga y el cansancio hagan acto de presencia.
Como misionero educador, he tenido y tengo que pasar por muchas dificultades tantas veces debidas a la diferencia de cultura y de mentalidad de la sociedad melanesia en la que vivo, a la pobreza y falta de medios para realizar mi labor, a la incomprensión y a veces incluso al rechazo. El secreto de vivir feliz y alegre es sentirme muy unido a Jesucristo que es el motor de mi vida, es meditar y saborear cada día el Evangelio, es vivir en fidelidad mi consagración al Señor, es abrir mi corazón de par en par a los jóvenes a quienes he sido enviado.
El Señor colma cada día mi vida. ¡Cuántas veces me sorprendo a mí mismo con una oración espontánea que brota de mi corazón alabando a Dios por todo lo que hace en mí y a través de mí cada día, por la dicha de haber sido llamado a la vida consagrada al servicio de los jóvenes, por haberme dado la vocación misionera, por haberme enviado a estas islas perdidas en medio del océano Pacífico! ¡Me siento un privilegiado! ¡Cada día renace en mí la alegría y la gratitud!"
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