BUENOS AIRES,
El Arzobispo Emérito de Corrientes (Argentina), Mons. Domingo Salvador Castagna, destacó que "el tiempo de Cuaresma es anuncio, encuentro, llamado a la conversión y propósito de responder por parte de quienes son llamados" y consideró que "es preciso encararlo como a tal y extraer, de sus propuestas, las riquezas espirituales expresadas en la enseñanza evangélica y en los sacramentos".
En su sugerencia para la homilía del próximo domingo, monseñor Castagna también señaló que la tarea del evangelizador debe incluir un esfuerzo por "reeducar" el gusto por la verdad y la belleza.
A continuación y gracias a la agencia AICA, la homilía que ofrece y sugiere Mons. Castagna:
1.- El don de amor de Dios al mundo es Cristo. La Cuaresma prepara a las personas para entender y celebrar el Misterio de la Pascua. El texto de Juan, que es proclamado en este cuarto domingo, recuerda lo que venimos reflexionando desde el Miércoles de Ceniza. Jesucristo, en virtud de su Muerte y Resurrección, está expuesto al conocimiento de todos: "De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna". (Juan 3, 14-15) De inmediato el Señor fundamenta su enseñanza, recordando que ha sido constituido en el gran Don de Dios al mundo: "Si, Dios amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna". (Juan 3, 16). Para poseer la Vida eterna es preciso creer en Él. De allí la urgencia de que sea anunciado a todos. Por el anuncio, y únicamente por él, será conocido y amado, y se brindará como el don del Padre al mundo.
2.- El pobre clima de la Cuaresma. El tiempo de Cuaresma es anuncio, encuentro, llamado a la conversión y propósito de responder por parte de quienes son llamados. Es preciso encararlo como a tal y extraer, de sus propuestas, las riquezas espirituales expresadas en la enseñanza evangélica y en los sacramentos. Ese proceso debe darse desde el comienzo. De otra manera no logrará su cometido de fe, como está ocurriendo con muchos cristianos, que aparentan conservar una tenue, casi inexistente, conciencia bautismal. Tendremos que andar mucho, ya que el destino final del hombre ha desaparecido hoy - como perspectiva de vida - por causa de la existencia del pecado. El mal adquiere dimensiones espectaculares, no así el bien. No porque el bien no entrañe su propio contenido, más apetecible que el mal. El aparato propagandístico contribuye a enfermar más a los consumidores ya enfermos. Les parece aburrida la exposición del bien y, su estado de declive moral, los predispone a dejarse seducir por el mal. De esa situación, bastante generalizada, se aprovechan los personeros del chimento frívolo y de la pornografía. La educación familiar, escolar y universitaria - y la que ejercen los medios de comunicación, en su incidencia en la conciencia popular - debe estar orientada a hacer apetecible el bien y desagradable todo desorden moral.
3.- Reeducar el gusto por la verdad y la belleza. La tarea pre evangelizadora incluye un esfuerzo educativo, a promover en todos los niveles de la enseñanza, que abarque la ciencia, la técnica, el arte y las principales decisiones políticas. Se ha empobrecido el gusto por lo éticamente bueno y por lo bello. El insólito criterio romano de ofrecer al pueblo "pan y circo", a cambio de su adhesión al poder político de turno, se repite con sobrada frecuencia. El embrutecimiento del espíritu, que avanza sin pausa y pretende aparecer como progreso, se expresa en las preferencias de espectáculos y en el discernimiento para las principales opciones de vida. La vida no es un conjunto de instintos irrefrenables; en virtud de la libertad es educable y, por ello, necesita ser guiada por Quien la ha acordado al hombre como don principal. Los términos de esa orientación están escritos en los corazones sanos. Además, en consideración al estado de letargo causado por el pecado, Dios revela su voluntad en Diez Mandamientos, dictados a Moisés.