23 de noviembre de 2024 Donar
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Dios perdona todo, siempre y acoge a sus hijos en la Iglesia, dice el Papa Francisco

El Papa Francisco en la liturgia penitencial de hoy en la Basílica de San Pedro. Foto Petrik Bomumil

"Nadie puede ser excluido de la misericordia de Dios; todos conocen el camino para acceder y la Iglesia es la casa que acoge a todos y no rechaza a ninguno".

El Papa Francisco pasó la tarde de su segundo aniversario como Pontífice confesando a algunas personas en la Basílica de San Pedro y presidió la celebración de la liturgia penitencial con motivo de la iniciativa "24 horas con el Señor" que mantendrá abiertas las iglesias en ciudades de todo el mundo para que los fieles puedan rezar y participar en vigilias.

Su homilía estuvo dedicada al perdón de Dios y anunció un Año Jubilar extraordinario sobre la misericordia. "El Sacramento de la Reconciliación, en efecto, permite acercarse con confianza al Padre para tener la certeza de su perdón. Él es verdaderamente 'rico en misericordia' y la extiende con abundancia sobre cuantos recurren a Él con corazón sincero".

"No olvidemos que Dios perdona todo, Dios perdona siempre. No nos cansemos de pedir perdón", dijo el Santo Padre.

"Sus puertas permanecen abiertas de par en par, para que los que son tocados por la gracia puedan encontrar la certeza del perdón. Cuanto más grande es el pecado, mayor debe ser el amor que la Iglesia expresa hacia aquellos que se convierten".

"Con cuánto amor nos mira Jesús, con cuánto amor cura nuestro corazón pecador.  Nunca se asusta de nuestros pecados. Pensemos en el Hijo pródigo, que cuando decide regresar a casa de su padre piensa darle un discurso, pero el padre no le deja hablar, le abraza. Así Jesús hace con nosotros. 'Padre, tengo tantos pecados... pero Él estará contento, ¡si tú vas te abrazará con mucho amor! No tengas miedo", dijo Francisco.

El Papa aludió también a la necesidad de participar en la celebración "para tener experiencia de su amor es ante todo fruto de su gracia", y parafraseando a San Pablo subrayó que "Dios no cesa nunca de mostrar la riqueza de su misericordia en el curso de los siglos". Por eso, "la transformación del corazón que nos lleva a confesar nuestros pecados es 'don de Dios' y 'obra suya'".

"Ser tocados con ternura con su mano y moldeados por su gracia nos permite, por tanto, acercarnos al sacerdote sin temor por nuestras culpas, pero con la certeza de ser acogidos por Él en nombre de Dios, incluyendo no obstante nuestras miserias".

De esta manera, "saliendo del confesionario sentiremos su fuerza que restaura la vida y restituye el entusiasmo de la fe".

Sobre el Evangelio de San Lucas en el que se relata el pasaje en el que Jesús va a comer a casa del fariseo y una mujer recibe la noticia y acude a lavarle los pies con perfume, el Papa dijo que "nos abre un camino de esperanza y de acogida".

"Es bueno sentir en nosotros la misma mirada compasiva de Jesús, así como lo percibió la mujer pecadora en casa del fariseo. En este pasaje suenan con insistencia dos palabras: amor y juicio".

"Está el amor de la mujer pecadora que se humilla delante del Señor; pero aún antes está el amor misericordioso de Jesús por ella, que la empuja a acercarse.  Su llanto de arrepentimiento y de alegría lava los pies del Maestro, y sus cabellos fueron secados con gratitud; los besos son expresión de su afecto puro; y el ungüento perfumado vertido en abundancia atestigua como Él es precioso a sus ojos".

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Continuando con la explicación, el Pontífice señaló que "cada gesto de esta mujer habla de amor y expresa su deseo de tener una certeza inquebrantable en su vida: aquella de haber sido perdonada. Y Jesús le da esta certeza: acogiéndola le demuestra el amor de Dios por ella".

El Pontífice aseguró que "el amor y el perdón son simultáneos: Dios le perdona mucho, todo, porque 'ha amado mucho', y ella adora a Jesús porque siente que en Él hay misericordia y no condena. Gracias a Jesús, sus muchos pecados Dios se los echa a las espaldas, no los recuerda más. Para ella, ahora inicia una nueva estación, renace en el amor a una vida nueva".

"Esta mujer ha encontrado verdaderamente al Señor. En el silencio, le ha abierto su corazón; en el dolor, le ha mostrado el arrepentimiento por sus pecados, con su llanto ha apelado a la bondad divina para recibir el perdón".

"Para ella no habrá ningún juicio, sino aquello que viene de Dios, y este es el juicio de la misericordia. El protagonista de este encuentro es ciertamente el amor que va más allá de la justicia".

Sin embargo, "el fariseo no logra encontrar el camino del amor. Permanece detenido en el umbral de la formalidad" ya que "no es capaz de cumplir el paso sucesivo para ir al encuentro de Jesús que le lleva la salvación".

El juicio de Simón a la mujer "le aleja de la verdad y no le permite ni siquiera entender quién es su huésped. Se ha detenido en la superficie, no ha sido capaz de mirar al corazón". Sólo "cuando el juicio de Simón se vuelve al amor, entonces él está en lo justo".

A los fieles, el Papa indicó que "el reclamo de Jesús empuja a cada uno de nosotros a no quedarnos quietos nunca en la superficie de las cosas, sobre todo cuando estamos ante una persona. Estamos llamados a mirar a los otros, a centrarnos en el corazón para ver de cuánta generosidad es capaz cada uno".

A continuación realizó el anuncio del Jubileo de la Misericordia con las siguientes palabras:

"Queridos hermanos y hermanas, he pensado a menudo en cómo la Iglesia puede poner más en evidencia su misión de ser testimonio de la misericordia. Es un camino que inicia con una conversión espiritual. Por esto he decidido convocar un Jubileo extraordinario que coloque en el centro la misericordia de Dios. Será un Año Santo de la Misericordia, Lo queremos vivir a la luz de la palabra del Señor: 'Seamos misericordiosos como el Padre'".

"Estoy convencido de que toda la Iglesia podrá encontrar en este Jubileo la alegría de redescubrir y hacer fecunda la misericordia de Dios, con la cual todos somos llamados a dar consuelo a cada hombre y cada mujer de nuestro tiempo".

El Papa confió "a partir de ahora a la Madre de la Misericordia para que dirija a nosotros su mirada y vele en nuestro camino".

El Año Santo dará comienzo en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción y concluirá el 20 de noviembre de 2016, en la Solemnidad de Cristo Rey.

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Será organizado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, "para que pueda animarlo como una nueva etapa del camino de la Iglesia en su misión de llevar a cada persona el Evangelio de la misericordia".

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