21 de noviembre de 2024 Donar
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Por primera vez el Papa Francisco declara un Doctor de la Iglesia

San Gregorio de Narek - Papa Francisco / Foto: Dominio Público - ACI Prensa

La Santa Sede informó que el sábado el Papa Francisco recibió en audiencia al Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, Cardenal Angelo Amato, en la cual confirmó la sentencia afirmativa sobre la próxima concesión del título de Doctor de la Iglesia a un monje del siglo X.

Se trata de San Gregorio de Narek, sacerdote y monje nacido alrededor del 950 en la entonces localidad armenia de Andzevatsij (actual Turquía), y fallecido cerca al 1005 en Narek (entonces también Armenia y actual Turquía).

San Gregorio, insigne teólogo y uno de los más importantes poetas de la literatura armenia, fue un gran devoto de la Virgen, quien, según la tradición, se le habría aparecido. Entre sus composiciones destacan el "Discurso panegírico a la Beata Virgen María" y "Del fondo del corazón, coloquio con la Madre de Dios".

Asimismo, en su Carta Apostólica por el XVII centenario del bautismo del pueblo armenio, San Juan Pablo II destacó la figura de San Gregorio de Narek, "que sondeó las profundidades tenebrosas de la desesperación humana y vislumbró la luz fulgurante de la gracia, que también en ella resplandece para el creyente".

Su vida

San Gregorio de Narek fue llamado el "San Agustín de los armenios", no tanto por la cantidad de sus obras sino por el influjo que tuvo entre los fieles.

El futuro Doctor de la Iglesia nació en una familia de escritores. Su madre murió mientras Gregorio todavía estaba en edad temprana, su padre Khosrov, quien más tarde se convirtió en arzobispo, escribió el más antiguo comentario de la iglesia armenia sobre la Divina Liturgia.

Al morir su esposa, Khosrov confió a Gregorio y a su hermano Juan a su primo Ananías Vartabed, llamado "el filósofo", abad del monasterio de Narek, fundador de la escuela local y del monasterio del pueblo. En aquella época el monasterio, situado en las orillas del lago Van en Vaspuragán (hoy Turquía) era floreciente en vocaciones y en vida espiritual.

La vida de San Gregorio se sitúa en plena época de la separación de la Iglesia Apostólica Armenia de su fidelidad a Roma, en una época de paz y prosperidad anterior a las terribles invasiones de los turcos y los mongoles. Se trata de unos años en los que la Iglesia armenia experimentó un auténtico renacimiento cultural, al cual contribuyó grandemente el mismo Gregorio.

El monasterio de Narek, hoy deshabitado, fue destruido como comunidad religiosa en el siglo XX, tras el Genocidio Armenio, la deportación forzosa y exterminio de un número indeterminado de civiles armenios, calculado aproximadamente entre un millón y medio y dos millones de personas, por el gobierno de los Jóvenes Turcos en el Imperio otomano, desde 1915 hasta 1923.

A la edad de 25 años fue ordenado sacerdote y nombrado formador de los novicios. Su fama de santidad y sabiduría trascendió las paredes de Narek, pasó a los monasterios vecinos y se convirtió sin pretenderlo en reformador de la vida monacal. Elegido abad del monasterio, llevó una vida de ardiente amor por Cristo y María.

Las envidias y la estricta observancia de las normas de vida conventual, le trajeron la enemistad de algunos monjes que abrieron contra él una auténtica persecución; lo llegaron a acusar injustamente de herejía, y aquella campaña terminó con la deposición de sus cargos.

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Gregorio fue un distinguido teólogo y uno de los poetas más importantes de la literatura armenia. Entre sus obras se destacan un Comentario sobre el Cantar de los Cantares, muchos panegíricos y una colección de noventa y cinco oraciones en forma poética llamada "Narek", por el monasterio en el que vivió. Murió alrededor del año 1005 y fue enterrado en el mismo monasterio. Su tumba fue el destino de peregrinaciones hasta la época de las masacres perpetradas por los turcos.

Los últimos doctores de la Iglesia fueron declarados por el Papa Benedicto XVI en octubre de 2012. En aquella ocasión concedió este título a San Juan de Ávila y a Santa Hildegarda de Bingen.

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