Un santo que demoró en darse cuenta del verdadero amor fue San Agustín, pero con humildad reconoció que "la soberbia no es grandeza, sino hinchazón".
Él es un claro ejemplo de la sencillez de corazón que se debe tener cuando se han hecho mal las cosas en una relación y de valentía para pedir perdón y perdonar. Por eso reconoce ante Dios: "Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé". En este sentido recomendaba: "No busques que dar. Date a ti mismo".
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Muchos santos más hablaron sobre el sentido cristiano y profundo del amor, pero hay una santa a la que el mismo amor se le apareció en persona con el corazón descubierto. Ella fue Santa Margarita Alacoque, la vidente del Sagrado Corazón de Jesús.
"Habéis de mostraros mansos en llevar con paciencia los desabrimientos, genialidades y molestias del prójimo, sin desazonarnos por las contrariedades que os ocasionen; al contrario, hacedle de buen grado los servicios que podáis, porque éste es el modo de granjear la amistad y gracia del Sagrado Corazón de Jesús", exhortaba Santa Margarita.
Por último, la santa siempre recordaba "Jesucristo es el solo y verdadero amigo de nuestros corazones, que han sido creados para Él solo; por esto no pueden hallar contento, descanso, ni hartura, sino en sólo Él".