ROMA,
¿Por qué casarse con Dios? ¿Por qué dejarlo todo para seguirle? ¿Cómo reconocer su llamada? Estas son las preguntas con las que ACI Prensa entrevistó a los consagrados y seminaristas que viven en Roma para conocer cómo viven ellos el Año de la Fe.
El Padre Pedro Aliaga, Consejero General de la Orden Trinitaria, afirma que volvería a consagrar su vida a Dios una y mil veces. "Consagrar mi vida a Dios es una alegría muy grande, significa que se han fijado en ti y que te han querido. Entonces que el amor de Dios te llame de esa manera, llamándote para sí, es un don muy grande que quizá no se pueda explicar adecuadamente, pero es una alegría".
Según señala este religioso natural de Jaén (España), Dios "lo llena todo de sentido, de alegría y es una aventura que merece la pena vivir. Como cada persona es diferente, cada uno tiene su modo. Yo entré con 15 años en el seminario menor Trinitario en Alcazar de San Juan, y desde entonces estoy aquí, y volvería a repetir desde el principio".
Otra religiosa, María de Silova, de la congregación del Verbo Encarnado, afirma que las cosas materiales de este mundo no le interesan y que Dios le da todo. "Dios me ha llamado a ser la esposa de Jesucristo y madre de las almas, y esa es la vocación de toda mujer, ser esposa y madre, y nosotros en la vida religiosa, entregándonos a Jesucristo encontramos esto y la felicidad", señaló.
Sor María asegura que no cambiaría por nada su actual vida en el convento. En este sentido explica que la llamada de Dios es algo que se siente mediante el discernimiento: "Cada llamada es algo muy personal, Dios no te llama por teléfono o algo así. Yo hice unos ejercicios espirituales y me di cuenta de que me llamaba a seguirlo mucho más de cerca. Antes participa de actividades parroquiales, pero esto es de un modo más cercano".
Esta religiosa antes se llamaba María Alejandra años atrás. Cambió su nombre al consagrarse a Dios, como muchas otras religiosas, cambiar el nombre "es un símbolo de nuestra muerte al mundo y nuestra consagración a Dios".