VATICANO,
Suelen llorar de soledad y desesperación, pero el Papa Francisco les ha recordado que también se puede llorar de alegría. En su visita del 9 de febrero al "Campo Arcobaleno" de Roma, lugar de inmigrantes de Latinoamérica y Europa del Este, el Pontífice emocionó a los presentes con su caridad y misericordia.
Ese día el Santo Padre estaba camino a la iglesia en la periferia de la ciudad, sin embargo, decidió hacer una parada en este barrio pobre para acercarse a los inmigrantes.
Entre los habitantes de esta "villa miseria" italiana estaba un ex mercenario de la guerra de Afganistán, quien al ver al Papa Francisco entre las chabolas se arrodilló de inmediato y le pidió perdón por sus pecados. El Papa le hizo la señal de la cruz en la frente y lo bendijo.
Gianna Iasilli, de la Comunidad San Egidio, voluntaria en la zona norte de Roma, explicó a ACI Prensa que el hombre "era un ex mercenario, a quien le pagaban para combatir, y ha querido pedir perdón al Papa por el pecado de la guerra. Fue un encuentro tierno, delicado y profundo que tocó los sentimientos de todos, y el Papa estaba visualmente tocado por este momento".