El día 24 la pequeña Bernarda le cuenta todo lo sucedido a la Señora, quien le volvió a sonreír. Luego, Ella le pide a Bernardita otra vez que ruegue por los pecadores a la voz de: “¡Penitencia, penitencia, penitencia!... ¡Rogad a Dios por los pecadores! ¡Besa la tierra en penitencia por los pecadores!”. Bernardita hizo cuanto le acababa de pedir la Virgen e invitó a la gente que estaba cerca, en ese momento, a que se una en oración.
El 25 de febrero, Bernardita, por indicación de la Madre de Dios, escarbó el fondo de la gruta y empezó a brotar agua. Acto seguido, la Señora le ordena beber, lavarse los pies en la fuente que se había formado, y comer un poco de hierba.
Confianza en medio de la enfermedad
El día 26 de febrero se produce la primera curación. Un obrero de apellido Bourriete, quien había perdido la visión del ojo izquierdo, ora y se frota el ojo dañado con el agua de la fuente. De pronto, el hombre empezó a gritar de júbilo al darse cuenta de que había recuperado la vista. El 27 la Virgen no aparece. Aún así, Bernardita permanece frente a la gruta rezando por los pecadores y bebe del agua del manantial.
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El 28 de febrero Bernardita vuelve a la gruta, pero es llevada a la fuerza a la casa del juez. Se le imputa haber alterado el orden público y es amenazada con la prisión. Por la noche, se produce otro milagro: una mujer de nombre Catalina Latapie moja con el agua de la fuente el brazo que tenía dislocado y, milagrosamente, el miembro recupera su flexibilidad.
El martes 2 de marzo, Bernardita va de nuevo donde el párroco a recordarle el pedido de la Virgen. El 3 de marzo la pequeña vuelve a ver a la Señora y le pregunta su nombre. La Mujer solo sonríe. Ese mismo día, una madre lleva en brazos a su hijo enfermo, quien se debatía entre la vida y la muerte. Luego lo introduce en las frías aguas de la fuente y tras unas horas el niño empieza a respirar mejor y se le ve repuesto. Un grupo de médicos certificaría más tarde que no había explicación para dicha curación. Posteriormente, este hecho sería catalogado como milagro de primer orden.
Hacer silencio para escuchar la voz de Dios
El 4 de marzo, al finalizar los quince días, la Señora se presenta de nuevo pero permanece en silencio. Poco después de dos semanas, el 25 de marzo, la Mujer vestida de blanco volvió a aparecerse a Bernardita. Entonces, frente a la niña, levantó los ojos al cielo, juntó las manos en actitud orante y dijo: “Soy la Inmaculada Concepción”.
Era la primera vez que la Señora hablaba de sí misma de esa manera. En cuanto pudo, Bernardita le contó lo sucedido al párroco, quien quedó conmocionado ante tamaña revelación: cuatro años antes se había proclamado el dogma de la Inmaculada Concepción (1854) y con toda seguridad nadie entre la gente se había enterado.
Meses más tarde, el 16 de julio, se produjo la última aparición. Bernardita sintió que la Madre de Dios, la Inmaculada Concepción, la llamaba y acudió a su encuentro. Al llegar a la gruta vio que había sido colocada una valla alrededor y que no se podía pasar. Un segundo después, estando todavía frente a la gruta, pudo ver a la Madre de Dios. “Me pareció que estaba delante de la gruta, a la misma distancia que las otras veces, no veía más que a la Virgen. ¡Jamás la había visto tan bella!”, dijo posteriormente la santa. Esa fue la última vez que Madre e hija se encontraron en aquel lugar.