17 de diciembre de 2024 Donar
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Cada 10 de febrero celebramos al Beato Stepinac, que venció ideologías y totalitarismos del siglo XX

Hoy, 10 de febrero, la Iglesia recuerda al Beato Cardenal Aloysius Viktor Stepinac, quien fuera la cabeza de la Iglesia Católica en Croacia desde 1934 hasta su muerte en 1960. 

El Cardenal Aloysius Stepinac tiene el mérito de haber conducido a los católicos a partir de 1945, año en que se impuso el régimen comunista en su nación bajo las órdenes del Mariscal Tito, jefe de Estado de la entonces Yugoslavia, a la que Croacia estaba anexada. Tito lo persiguió y hostigó judicialmente con el ánimo de acallarlo.  

Un Pastor forjado en el dolor de la guerra

Alojzije -su nombre en croata- Stepinac nació el 8 de mayo de 1898 en Krasic (Croacia). Sus padres, campesinos humildes, lo educaron en la verdad y en el amor a la vida. De joven, Aloysius decidió consagrarse al servicio de Dios. Había pasado la I Guerra Mundial y en Europa se vivía el hambre, la desolación y la pérdida de valores.

El 26 de octubre de 1930, a los 32 años de edad, fue ordenado sacerdote en Roma. Cuatro años después fue consagrado arzobispo, con derecho a sucesión de la ciudad de Zagreb. De esta manera se convirtió en el arzobispo más joven del mundo. Con solo 36 años, empezó a destacar como defensor de los derechos de los hombres y mujeres de su patria, sin hacer distinción de credo, etnia o nacionalidad.

Su nación padecía un ataque en todos los frentes y había crisis en todos los sectores. Durante la cruenta II Guerra Mundial, protegió a los perseguidos, expatriados y necesitados, levantando la voz ante las injusticias. 

En 1945, terminada la II Guerra Mundial, su nación fue incorporada por la fuerza a Yugoslavia, cuyo régimen conculcó todo tipo de derechos, entre los que figuraba los relativos a la libertad de credo.  

Víctima de las ideologías totalitarias

Comenzó así una nueva batalla para el joven arzobispo, que veía cómo sus sacerdotes eran apresados y torturados, y cómo sus hermanos en la fe eran hostilizados. Stepinac se convirtió en testigo sufriente de la expropiación de iglesias y la destrucción de las escuelas católicas.

En un intento por controlar al fiel pueblo Croata, el Mariscal Tito le propuso a Stepinac, que ya gozaba de gran prestigio por su valentía y fidelidad, que se separe de Roma y forme una nueva iglesia, la "Iglesia Nacional". Esta "Iglesia" sería dependiente de la autoridad comunista, y la dictadura, a cambio, le ofrecía poder y seguridad. En un movimiento arriesgado, Stepinac se negó en todas las formas.

Entonces, en represalia, las autoridades comunistas lo acusaron de ser colaborador nazi y lo sometieron a un polémico juicio, con leyes creadas especialmente para su proceso. Siendo inocente terminó condenado a 16 años de trabajos forzados. La respuesta de Stepinac a la sentencia fue: "Yo sé cual es mi deber. Con la gracia divina lo cumpliré hasta el final, sin odio contra nadie, pero también sin miedo a nadie".

La prensa mundial condenó el proceder de los jueces y el gobierno. Entonces, los agentes gubernamentales presionaron a su madre para hacerlo callar, la torturaron y la confinaron a un campo de concentración. Uno de los hermanos del Arzobispo corrió similar suerte.

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Un corazón fiel donde no cabe el odio

El 29 de noviembre de 1951, el Papa Pío XII lo creó Cardenal estando en la cárcel. Los ojos del mundo se dirigieron sobre él y se esperaba que fuese liberado. Como no lo podían ejecutar, el gobierno lo sometió a una muerte lenta y dolorosa. Instalaron junto a su celda máquinas de rayos X para irradiarlo todas las noches y debilitarlo hasta provocarle una muerte dolorosa.

Siguiendo el modelo de Cristo, el Beato soportó sin odio su martirio, ofreciendo su dolor por su pueblo. El Cardenal Stepinac murió el 10 de febrero de 1960. Sus últimas palabras fueron registradas por sus carceleros: "Fiat voluntas tua" (Que se haga tu voluntad).

El triunfo del Evangelio sobre las ideologías

El 3 de octubre de 1998, el Papa San Juan Pablo II lo proclamó beato de la Iglesia Católica. En su homilía, el Pontífice aseguró que en su beatificación "reconocemos la victoria del Evangelio de Jesucristo sobre las ideologías totalitarias; la victoria de los derechos de Dios y de la conciencia sobre la violencia y las vejaciones; la victoria del perdón y de la reconciliación sobre el odio y la venganza".

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