Cada 2 de febrero, Fiesta de la Presentación del Señor, la Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que fue instituida en 1997 por el Papa San Juan Pablo II.
Las celebraciones para la Jornada de este 2025 se iniciaron ayer, con el rezo de las Vísperas, presidido por el Papa Francisco en una abarrotada Basílica de San Pedro en el Vaticano.
En su homilía, el Santo Padre instó a los sacerdotes, religiosos y consagrados a ser “portadores de luz” a través de los votos de pobreza, castidad y obediencia, viviendo estos principios para transformar el mundo con el amor de Dios.
Francisco resaltó la importancia de vivir la castidad, en un mundo “frecuentemente marcado por formas distorsionadas de afectividad, en el que el principio de ‘lo que a mí me gusta’ impulsa a buscar en el otro más la satisfacción de las propias necesidades que la alegría de un encuentro fecundo”.
El Pontífice también destacó “la obediencia consagrada como un antídoto” al “individualismo solitario, promoviendo, en su lugar, un modelo de relación basado en la escucha efectiva, en la que al ‘decir’ y al ‘oír’ sigue la concretización del ‘actuar’, aun a costa de renunciar a los propios gustos, programas y preferencias”.