16 de diciembre de 2024 Donar
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Papa Francisco sobre unidad de cristianos: “Nos necesitamos unos a otros”

Papa Francisco. Foto: Stephen Driscoll / ACI Prensa.

Al celebrar las Vísperas en la conclusión de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y Fiesta de la Conversión de San Pablo, en la Basílica de San Pablo Extramuros, el Papa Francisco aseguró que los cristianos "nos necesitamos unos a otros".

"Nos necesitamos unos a otros, necesitamos encontrarnos y confrontarnos bajo la guía del Espíritu Santo, que armoniza la diversidad y supera los conflictos", dijo.

Francisco señaló que "para entenderse y crecer en la caridad y en la verdad, es preciso detenerse, acogerse y escucharse. De este modo, se comienza ya a experimentar la unidad".

"La unidad se hace caminando, nunca se para", añadió.

El Pontífice aseguró que "muchas controversias entre los cristianos, heredadas del pasado, pueden superarse dejando de lado cualquier actitud polémica o apologética, y tratando de comprender juntos en profundidad lo que nos une, es decir, la llamada a participar en el misterio del amor del Padre, revelado por el Hijo a través del Espíritu Santo".

Por ello, destacó, "la unidad de los cristianos no será el resultado de refinadas discusiones teóricas, en las que cada uno tratará de convencer al otro del fundamento de las propias opiniones".

"Debemos reconocer que, para llegar a las profundidades del misterio de Dios, nos necesitamos unos a otros, necesitamos encontrarnos y confrontarnos bajo la guía del Espíritu Santo, que armoniza la diversidad y supera los conflictos".

Ante las cientos de personas que rezaron por la unidad de los cristianos, el Papa comentó el tema de este año, "Dame de beber", palabras que Cristo dirigió a la Samaritana en el pozo de Jacob.

"Él no tiene ninguna dificultad en encontrarse con los samaritanos, considerados herejes, cismáticos, separados de los judíos. Su actitud nos dice que confrontarse con los que son diferentes de nosotros puede hacernos crecer. Jesús, cansado del viaje, no duda en pedir de beber a la mujer samaritana".

El Papa explicó que la sed que siente "va mucho más allá de la sed física", puesto que "es también sed de encuentro, deseo de entablar un diálogo con aquella mujer, ofreciéndole así la posibilidad de un camino de conversión interior".

Sobre la actitud de Jesús, aseguró que "es paciente, respeta a la persona que tiene ante él, se revela a ella gradualmente", al tiempo que "su ejemplo alienta a buscar una confrontación pacífica con el otro".

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Continuando con el pasaje de la Samaritana, el Pontífice explicó que "poco a poco, la mujer samaritana entiende que quien la ha pedido de beber, puede saciarla" y "Jesús se le presenta como la fuente de la que brota el agua viva que apaga para siempre su sed".

El Papa aseguró que el hombre tiene ciertas aspiraciones, como la búsqueda de la verdad, la sed de amor, de justicia y libertad, que son "deseos satisfechos sólo en parte, porque, desde lo más profundo de su ser, el hombre se mueve hacia un 'más', un absoluto capaz de satisfacer su sed de manera definitiva".

"La respuesta a estas aspiraciones la da Dios en Jesucristo, en su misterio pascual. Del costado traspasado de Jesús fluyó sangre y agua: Él es la fuente de la que brota el agua del Espíritu Santo, es decir, 'el amor de Dios derramado en nuestros corazones' el día del Bautismo".

Destacando la importancia de "este misterio de amor" el Pontífice sostuvo que "es la razón más profunda de unidad que une a todos los cristianos, y que es mucho más grande que las divisiones que se han producido a lo largo de la historia. Por esta razón, en la medida en que nos acercamos con humildad al Señor Jesucristo, nos acercamos también entre nosotros".

"El encuentro con Jesús transforma a la mujer samaritana en una misionera" y "al haber recibido un don más grande e importante que el agua del pozo, la mujer deja allí su cántaro y corre a decir a sus conciudadanos que ha encontrado al Cristo".

Se trata de un encuentro que "le ha devuelto el sentido y la alegría de vivir, y ella siente el deseo de comunicarlo" y que se encuentra de plena actualidad, ya que "hoy existe una multitud de hombres y mujeres cansados y sedientos, que nos piden a los cristianos que les demos de beber".

"Es una petición a la que no podemos sustraernos. En la llamada a ser evangelizadores, todas las Iglesias y Comunidades eclesiales encuentran un ámbito fundamental para una colaboración más estrecha".

Pero para poder llevar acabo con eficacia, "se ha de evitar cerrarse en los propios particularismos y exclusivismos, así como imponer uniformidad según los planes meramente humanos".

En este sentido y sobre la evangelización, Francisco añadió que "el compromiso común de anunciar el Evangelio permite superar toda forma de proselitismo y la tentación de la competición. Todos estamos al servicio del único y mismo Evangelio".

"Esto es el martirio de sangre", aseguró el Papa.

Francisco saludó a los representantes de las distintas confesiones que participaron también en la celebración. Entre ellos se encontró el Metropolita Gennadios, representante del Patriarcado Ecuménico y David Moxon, representante personal en Roma del arzobispo anglicano de Canterbury.

El Papa también dirigió su saludo a los miembros de la Comisión Mixta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, a los estudiantes del Ecumenical Institute of Bossey y a los jóvenes que se benefician de las becas ofrecidas por el Comité de Colaboración Cultural con las Iglesias ortodoxas, que actúa en el Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos.

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Nombró también a algunos religiosos y religiosas pertenecientes a diferentes Iglesias y Comunidades eclesiales que participaron estos días en un encuentro ecuménico, organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, en colaboración con el Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos con ocasión del Año de la vida consagrada.

"La vida religiosa, como profecía del mundo futuro, está llamada a ofrecer en nuestro tiempo el testimonio de esa comunión en Cristo que va más allá de toda diferencia, y que está hecha de decisiones concretas de acogida y de diálogo".

En consecuencia, aseguró, "la búsqueda de la unidad de los cristianos no puede ser prerrogativa sólo de alguna persona o comunidad religiosa particularmente sensible a esta problemática. El conocimiento mutuo de las diferentes tradiciones de vida consagrada, y un fecundo intercambio de experiencias, puede ser útil para la vitalidad de todas las formas de vida religiosa en las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales".

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