Cada 23 de enero, la Iglesia Católica celebra la memoria de San Ildefonso, obispo, quien desarrolló una extraordinaria labor catequética en tiempos de la España visigoda (siglo VII), especialmente, en torno a dos temas trascendentales de la teología cristiana: la defensa de la virginidad de María y el sentido auténtico del sacramento del bautismo.
De San Ildefonso generalmente se destaca su elocuencia, inspirada y muy cercana a la tradición patrística. Se pone en relevancia también su esfuerzo y habilidad para explicar con amable sencillez “la doctrina de los antiguos”.
Monje
Ildefonso nació en Toledo (España) alrededor del año 607. Fue educado por monjes sevillanos quienes le proporcionaron una destacada formación humanística, como queda en evidencia en sus escritos, buena parte de los cuales han llegado hasta nosotros.
Desde pequeño, Ildefonso se sintió atraído por la vida monacal, por lo que optó, ya de adulto, por seguir ese camino. Como monje, llegó a ocupar el puesto de abad del ‘monasterio agaliense’, precisamente, el de su ciudad natal, Agalí.