A Ashley Bridges, una joven de 24 años comprometida para casarse, le diagnosticaron cáncer a los huesos durante la décima semana de su embarazo. El tratamiento para su enfermedad, la quimioterapia, requería que previamente aborte a su pequeña Paisley, pero ella se negó: "no voy a matar a una bebé saludable porque yo estoy enferma".
En declaraciones recogidas por la cadena de noticias estadounidense CNN, Ashley, que tiene otro hijo pequeño llamado Braiden, aseguró que "no hay nada malo" con su bebé. "Su vida es tan importante como la mía, si no es que más. Me refiero a que como madre mi trabajo es proteger a mis hijos".
Desde 2012, Ashley sufría de un intermitente dolor en la rodilla. Para intentar sanarse, realizó múltiples visitas al consultorio médico, pero durante cerca de un año le dijeron que se trataba de una artritis o bursitis y que tendría que vivir con el dolor durante toda su vida.
Eventualmente el dolor no la dejó caminar y, antes de que pudiera asistir a una cita programada con un especialista, el intenso dolor la obligó a ir al hospital en octubre de 2013.
"Tenía un dolor insoportable en la rodilla y los dedos de mis pies se entumecieron. Así que fui al hospital y ellos hicieron una radiografía", recordó.