MANILA,
Como ya hizo en la Misa que presidió en Tacloban, el Papa Francisco decidió dejar de lado el discurso que tenia preparado para el encuentro con los jóvenes en la Universidad de Manila (Filipinas) e improvisó extensas y sentidas palabras en las que exhortó a los 70 mil asistentes a no ser jóvenes de museo, que solo acumulan información, sino ser sabios y aprender a llorar, a conmoverse con el sufrimiento ajeno, aprender a amar, dejarse amar y evangelizar por los pobres, los enfermos y huérfanos, quienes "tienen mucho que enseñarnos".
A continuación el discurso completo del Santo Padre:
Primero de todo, una noticia triste, ayer mientras estaba por empezar la Misa, se cayó una de las torres y al caer hirió a una muchacha que estaba trabajando y murió. Su nombre es Kristel. Ella trabajó en la organización de esa Misa. Tenía 27 años. Era joven como ustedes y trabajaba para una organización que se llama Catholic Relief Services, era una voluntaria.
Yo quisiera que nosotros, todos juntos, ustedes, jóvenes como ella, rezáramos en silencio un minuto y después invocáramos a nuestra Madre del cielo. Y también hagamos una oración por su papá y su mamá. Era única hija. Su mamá está llegando de Hong Kong, su papá ha venido a Manila a esperar a su mamá.
Me alegro de estar con ustedes esta mañana. Mi saludo afectuoso a cada uno, y mi agradecimiento a todos los que han hecho posible este encuentro. En mi visita a Filipinas, he querido reunirme especialmente con ustedes los jóvenes, para escucharlos y hablar con ustedes.
Quiero transmitirles el amor y las esperanzas que la Iglesia tiene puestas en ustedes. Y quiero animarlos, como cristianos ciudadanos de este país, a que se entreguen con pasión y sinceridad a la gran tarea de la renovación de su sociedad y ayuden a construir un mundo mejor.