La familia se ve también amenazada por el creciente intento, por parte de algunos, de redefinir la institución misma del matrimonio, guiados por el relativismo, la cultura de lo efímero, la falta de apertura a la vida.
Pienso en el Beato Pablo VI. En un momento donde se le proponía el problema del crecimiento de la población tuvo la valentía de defender la apertura a la vida y la familia. El sabía las dificultades que había en cada familia, por eso en su carta encíclica (Humana Vitae) era tan misericordioso por sus casos particulares y pidió a los confesores que fueran muy misericordiosos con estos casos. Pero el vio más allá y vio a los pueblos de la tierra y vio esta amenaza de destrucción de la familia. Pablo VI era valiente, un buen pastor y alerto a sus ovejas de los lobos que venían, que desde el cielo nos bendiga esta tarde.
Nuestro mundo necesita familias buenas y fuertes para superar estos peligros. Filipinas necesita familias santas y unidas para proteger la belleza y la verdad de la familia en el plan de Dios y para que sean un apoyo y ejemplo para otras familias. Toda amenaza para la familia es una amenaza para la propia sociedad. Como afirmaba a menudo San Juan Pablo II, el futuro de la humanidad pasa por la familia (cf. Familiaris Consortio, 85).
Así pues, ¡proteged vuestras familias! Ved en ellas el mayor tesoro de vuestro país y sustentarlas siempre con la oración y la gracia de los sacramentos. Las familias siempre tendrán dificultades, así que no le añadáis otras. Más bien, sed ejemplo vivo de amor, de perdón y atención. Sed santuarios de respeto a la vida, proclamando la sacralidad de toda vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¡Qué don para la sociedad si cada familia cristiana viviera plenamente su noble vocación! Levantaos con Jesús y María, y seguid el camino que el Señor traza para cada uno de vosotros.
Por último, el Evangelio que hemos escuchado nos recuerda nuestro deber cristiano de ser voces proféticas en medio de nuestra sociedad. José escuchó al ángel del Señor, y respondió a la llamada de Dios a cuidar de Jesús y María. De esta manera, cumplió su papel en el plan de Dios, y llegó a ser una bendición no sólo para la Sagrada Familia, sino para toda la humanidad. Con María, José sirvió de modelo para el niño Jesús, mientras crecía en sabiduría, edad y gracia (cf. Lc 2,52).
Cuando las familias tienen hijos, los forman en la fe y en sanos valores, y les enseñan a colaborar en la sociedad, se convierten en una bendición para nuestro mundo. La familia puede ser una bendicion para el mundo.
El amor de Dios se hace presente y operante a través de nuestro amor y de las buenas obras que hacemos. Extendemos el reino de Cristo en este mundo. Y al hacer esto, somos fieles a la misión profética que hemos recibido en el bautismo.
Durante este año, que vuestros obispos han establecido como el Año de los Pobres, os pediría, como familias, que fuerais especialmente conscientes de nuestra llamada a ser discípulos misioneros de Jesús. Esto significa estar dispuestos a salir de vuestras casas y atender a nuestros hermanos y hermanas más necesitados.
Les pido además que os preocupéis de aquellos que no tienen familia, en particular de los ancianos y niños sin padres. No dejéis que se sientan nunca aislados, solos y abandonados; ayudadlos para que sepan que Dios no los olvida.
Hoy quede sumamente conmovido en el corazón después de la Misa cuando visite ese hogar de niños solos sin familia. Cuanta gente trabaja en la Iglesia para que ese hogar sea una familia. Esto significa llevar adelante proféticamente una familia.
Incluso si vosotros mismos sufrís la pobreza material, tenéis una abundancia de dones cuando dais a Cristo y a la comunidad de su Iglesia. No escondáis vuestra fe, no escondáis a Jesús, llevadlo al mundo y dad el testimonio de vuestra vida familiar.
Queridos amigos en Cristo, sabed que yo rezo siempre por vosotros. Rezo siempre por las familias. Lo hago. Rezo para que el Señor siga haciendo más profundo vuestro amor por él, y que este amor se manifieste en vuestro amor por los demás y por la Iglesia.
No se olviden de la protección de San José. No se olviden de rezar por la familia.
No dejéis de rezar a menudo y que vuestra oración dé frutos en todo el mundo, de modo que todos conozcan a Jesucristo y su amor misericordioso. Por favor, rezad también por mí, porque necesito verdaderamente vuestras oraciones y siempre cuento con ellas. Muchas gracias.
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