Cada 10 de enero la Iglesia Católica recuerda a la Beata Sor Ana de los Ángeles Monteagudo, religiosa peruana de la Orden de Predicadores, quien, influenciada por Santa Catalina de Siena, consagró su vida a la oración contemplativa dentro de un monasterio ubicado en los Andes, al sur del Perú.
Catalina de Siena: su inspiradora
Sor Ana partió al encuentro del Señor un 10 de enero de 1863, con poco más de ochenta años. Por eso, los peruanos y los dominicos de todo el mundo la recuerdan en este día como la religiosa ejemplar que fue: espiritual y mística, servidora atenta, amable formadora de novicias y priora de su monasterio.
El Papa San Juan Pablo II la beatificó en una ceremonia realizada en su natal Arequipa (ciudad del sur de Perú) el 2 de febrero de 1985. En aquella oportunidad el Santo Padre dijo: “Sor Ana de los Ángeles confirma con su vida la fecundidad apostólica de la vida contemplativa en el Cuerpo Místico de Cristo que es la Iglesia”. Y es que Sor Ana fue formada por un grupo de santas mujeres llegadas de Europa, a través de las cuales conoció y siguió en tierras americanas los pasos espirituales de Santa Catalina de Siena.
Santa Catalina (1347-1380) fue una mujer dedicada a la oración y la contemplación, pero no se desentendió de las necesidades y urgencias de la época que le tocó vivir -años críticos para la Iglesia-. Catalina puso en práctica un singular balance entre oración y acción.