Esta última fue muy especial por la difícil situación en la que viven y por un especial regalo del Santo Padre.
El Papa Francisco envió un mensaje para que sea leído en las Misas de Navidad, y en la escuela fue donde tuvo mayor fuerza porque, si bien iba dirigida a todos los cristianos de Medio Oriente, tenía una especial significación para los que han perdido todo a causa de la persecución.
Monseñor Jorge, secretario del nuncio, dijo unas hermosas palabras al principio de la Misa explicando cómo los cristianos refugiados se parecían tanto a Jesús en Belén, y después contó a la gente del mensaje del Papa. Entregamos una copia del mismo a cada fiel y lo leímos después del evangelio.
Las palabras del Papa resonaban con particular fuerza en el ambiente abierto de la escuela que, como iglesia improvisada, albergaba a los que más se asemejaban al niño Dios que nació pobre, sin comodidades, fuera de su ciudad, y que debió después huir de quien lo perseguía para matarlo.
Mientras se leía el mensaje del Sumo Pontífice había gente que lloraba emocionada. Se cumplía al pie de la letra lo que decía el Papa: "para muchos de vosotros las notas de los villancicos estarán mezcladas con lágrimas y suspiros."
¿Cómo no iban a sentir emoción al verse tan cerca del corazón de padre del Papa? "Pienso especialmente en los niños, las madres, los ancianos, los desplazados y refugiados, los que pasan hambre, los que tienen que soportar la dureza del invierno sin un techo bajo el que protegerse. Este sufrimiento clama a Dios y apela al compromiso de todos nosotros, con la oración y todo tipo de iniciativas. Deseo hacer llegar a todos mi cercanía y solidaridad, así como la de la Iglesia, y dar una palabra de consuelo y esperanza".