El Primer Domingo de Adviento es, al mismo tiempo, el primer día del Nuevo Año Litúrgico para la Iglesia Católica. En esta ocasión, en el Evangelio (Lc 21, 25-28. 34-36), Jesús exhorta a todos los fieles a estar preparados: "Velen, pues, y hagan oración continuamente, para que puedan escapar de todo lo que ha de suceder y comparecer seguros ante el Hijo del hombre".
Asimismo, todas las lecturas bíblicas que escucharemos a lo largo de esta primera semana, así como la predicación correspondiente, son una invitación a estar vigilantes, atentos. Debemos estar “a punto” cuando llegue el Señor. Por eso, es importante que todo miembro de la Iglesia haga un propósito que permita avanzar en su conversión personal. En esto consiste el camino hacia la Navidad.
Espíritu navideño: diálogo y reconciliación (algunas sugerencias prácticas)
En algún momento propicio -tal vez después de la Oración familiar en la que se enciende la primera vela de la corona de Adviento-, los integrantes de la familia deberían reflexionar de manera sencilla en torno a las relaciones familiares, y pasar a la acción pidiendo perdón a quienes se ha ofendido; y, de parte del ofendido, otorgar el perdón requerido. Las palabras de aliento, esperanza y comprensión entre los miembros de la familia constituyen dones auténticos que Dios quiere regalar a cada familia. Acojamos esos dones maravillosos.
Un momento así, de verdadero encuentro familiar, puede marcar el mejor inicio para un renovado año, en el que debemos seguir creciendo en el amor, aportando a un ambiente de mayor armonía. Así, desde cada hogar católico se extenderá la paz y la alegría a quienes nos rodean, ya sea en la escuela, el trabajo, el vecindario, el instituto, la universidad, el club deportivo, el grupo de amigos, etc.