En los siguientes meses unos cien cristianos fueron muertos por negarse a convertirse al hinduismo y otras 50.000 personas fueron desplazadas, mientras que 5.600 casas y 300 iglesias fueron destruidas. "Sin embargo, la fe cristiana se mantuvo brillando en medio de los escombros de las iglesias y viviendas quemadas", afirmó el sacerdote.
El P. Chellan sobrevivió a los ataques violentos, pero más de una vez pensó que moriría. Su historia es solo una de las muchas que vivieron los cristianos a causa de la persecución religiosa.
La tarde después del asesinato del líder hindú, cientos de personas descendieron al centro pastoral. Temiendo por su vida, el P. Chellan, junto a su asistente y una religiosa, escaparon luego de trepar por la pared. Tuvieron que esconderse en el bosque hasta bien entrada la noche. "Podíamos ver nuestra casa ardiendo. Las muchedumbre rompió todas las puertas y ventanas, pensando que nos ocultábamos dentro", relató.
El P. Chellan y la religiosa buscaron refugio en la casa de un hindú, que los ocultó a pesar del gran riesgo que enfrentaba. El asistente del sacerdote se escondió en la vivienda de su hermano.
Al día siguiente, unas cincuenta personas regresaron al centro pastoral gritando consignas anticristianas y llevando cuchillos, palos y hachas. El hindú que ocultaba al P. Chellan y a la religiosa estaba nervioso por lo que le podía ocurrir, así que pidió al sacerdote esconderse en el cobertizo del patio mientras la hermana seguía en la casa.
Sin embargo, los fundamentalistas ingresaron a la casa y los sacaron a ambos. "Fui golpeado con palos y fierros. Sufrí lesiones en la parte superior de mi cabeza, frente y hombro", recordó. Luego los llevaron al centro pastoral y violaron a la religiosa. El sacerdote trató de intervenir, pero fue controlado por el grupo.