Cada 17 de octubre, la Iglesia Católica celebra a San Ignacio de Antioquía, Padre de la Iglesia y discípulo de los Apóstoles San Pablo y San Juan, por lo que ostenta también el título de “Padre Apostólico”.
La Iglesia es “para todos”
A San Ignacio de Antioquía se le atribuye haber introducido la designación “católica” para referirse a la Iglesia fundada por Jesucristo. En una de sus cartas pastorales más conocidas, escribe: "Donde está Jesucristo, allí está la Iglesia católica".
El adjetivo femenino “católica” proviene del término griego “katholikós”, que quiere decir “universal”. En otras palabras, la pretensión de Ignacio fue explicitar lo que a todas luces se vivía entre los miembros de la “Ekklesia”, la comunidad fundada por Cristo: su carácter “universal” o “para todos”, donde no hay lugar para la exclusión.
Todos estaban llamados a formar parte de ella: hombres y mujeres, judíos y gentiles, ricos y pobres, poderosos y débiles, libres y esclavos. Es decir, gente de cualquier origen y condición de la época. Para ser parte de la Iglesia bastaba bautizarse y querer seguir los pasos de Cristo, quien pasó por el mundo haciendo el bien, liberando al hombre del pecado y de la muerte.
Con este término también se quiere indicar que en ella subsiste la plenitud del Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza, el propio Cristo, lo que supone al mismo tiempo que ella recibe de Él "la plenitud de los medios de salvación". Además, es "católica" porque ha sido enviada a predicar a todo el género humano y hasta los confines del mundo.