Cada 27 de septiembre la Iglesia Católica celebra a San Vicente de Paúl (1581-1660), sacerdote francés, pionero de las obras sociales católicas en los tiempos modernos y, fundamentalmente, un ejemplo de caridad inagotable.
Profesó una devoción inmensa a la Virgen María, a quien consideraba la inspiradora y protectora de su obra: “Si se invoca a la Madre de Dios y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no puede ocurrir sino que todo vaya bien y redunde en gloria del buen Jesús, su Hijo” (San Vicente de Paúl).
San Vicente de Paúl es el patrono de las obras de caridad. Entre las muchas que emprendió, destaca la Congregación de la Misión, de la cual fue fundador. Hoy sus miembros son llamados “vicentinos” en su honor. También debe mencionarse a las Hijas de la Caridad, conocidas como “vicentinas”. Si se conoce algo del bien que han hecho ambas órdenes religiosas y el impacto que han tenido, es simplemente imposible poner en duda a San Vicente de Paul como una de las figuras más representativas del catolicismo francés del siglo XVII.
Primeros años
Vicente de Paúl de Moras nació en Gascuña, Francia, en 1581, en el seno de una familia de campesinos. Hay bastante seguridad sobre estos datos, aunque subsiste la polémica, más que nada, sobre el lugar exacto donde nació. Dos localidades se disputan hoy ese privilegio: la aldea de Pouy, que, desde el siglo XIX, se llama Saint-Vincent-de-Paul en su honor; y Tamarite de Litera, lugar donde nacieron sus padres.
De adolescente fue enviado al colegio de los franciscanos en la próspera ciudad de Dax, donde se entregó de lleno a los estudios. Allí también, años después, recibiría la tonsura y las órdenes menores, para luego ingresar a la universidad de Toulouse, donde estudiaría teología.