Cada 19 de septiembre la Iglesia Católica celebra la fiesta de San Genaro mártir, cuya sangre, preservada por siglos en un relicario, se licúa todos los años en fechas específicas, de gran significación para la Iglesia en Italia.
San Genaro, o “Jenaro”, es el patrón por antonomasia de Nápoles, ciudad del sur italiano en la que nació el 21 de abril de 272. Fue obispo de Benevento, Campania, diócesis ubicada al lado de su Nápoles originaria.
Testigo de sangre
En los años de la persecución organizada por el emperador romano Diocleciano, conocida como la “Gran persecución” (303-313), Genaro fue hecho prisionero junto a un grupo de compañeros cristianos, y sometido a terribles torturas.
El obispo y sus amigos se negaron a aceptar las exigencias de sus perseguidores, quienes exigían que abdicaran de la fe y rindan culto a los dioses. A pesar de los crueles maltratos a los que fueron sometidos, ninguno fue doblegado, por lo que todos serían condenados a muerte.
Primero, se intentó quemarlos vivos en el horno, pero el fuego no les hizo daño alguno. Después, los hombres serían arrojados a las fieras; los leones sólo rugieron y ni siquiera se les acercaron. Hasta ese momento Genaro y sus amigos habían logrado salir ilesos milagrosamente. Entonces, los romanos decidieron aplicar el último recurso del que disponían: cortarles la cabeza. El 19 de septiembre de 305, el obispo y sus amigos fueron ejecutados cerca de Pozzuoli.