MÉXICO D.F.,
Roberto Adolfo Betanzo, director de Confraternidad Carcelaria México, que realiza un trabajo pastoral con reclusos, aseguró que cuando los presos conocen a Dios su vida cambia, y al tiempo que mejora su apariencia, se llenan de bondad y se mantienen alejados de problemas.
En declaraciones recogidas por el Sistema Informativo de la Arquidiócesis de México (SIAME), Roberto Adolfo Betanzo señaló que el cambio físico "es muy visible en los presos que transforman su vida cuando conocen a Dios: se sienten motivados, se asean, comen mejor, buscan trabajo dentro del reclusorio, empiezan a llenar su corazón de bondad y dejan de buscar problemas".
Un caso importante, recordó Betanzo, fue el de un recluso apodado "El diablo", quien "al cortarse el cabello, se dejaba unos cuernitos y tenía barba, siempre estaba drogado, y cada vez que llegábamos, nos miraba con furia".
Sin embargo, dijo, "había una voluntaria que se sentaba a su lado y le platicaba".
"Un día, sin los efectos de la droga, mientras un sacerdote estaba confesando, nos acercamos a él para explicarle de qué se trataba, y dijo: 'yo quiero', pero antes nos entregó las imágenes de la muerte que tenía en su celda".
Betanzo señaló que "fue tan grande el cambio de su fisonomía, después de la confesión, que algunos no lo reconocían, porque como explica santo Tomás, la gracia tiene efecto físico".