VATICANO,
"¿De qué cosas puede jactarse un cristiano? De dos cosas: de los propios pecados y de Cristo crucificado", afirmó este jueves el Papa Francisco durante la Misa en la Casa Santa Marta al explicar que un católico que no se reconoce pecador y salvado por Jesús es un cristiano tibio sin fuerza para evangelizar, provocando iglesias y parroquias decadentes.
Durante la homilía el Santo Padre recordó que Pedro y Pablo hacen comprender que un cristiano se puede jactar "de sus propios pecados y de Cristo crucificado", pues la fuerza transformadora de la Palabra de Dios parte de tener conciencia de esto. Pablo, en su primera Carta a los Corintios, invita a quien se cree sabio a "volverse necio para llegar a ser docto, porque la sabiduría de este mundo es necedad ante Dios".
"Pablo nos dice que la fuerza de la Palabra de Dios, esa que cambia el corazón, que cambia el mundo, que nos da esperanza, que nos da vida, no está en la sabiduría humana: no está en hablar bien y en decir las cosas con inteligencia humana. No. Eso es necedad, dice él. La fuerza de la Palabra de Dios viene de otra parte. También la fuerza de la Palabra de Dios pasa por el corazón del predicador, y por esto dice a aquellos que predican la Palabra de Dios: 'Vuélvanse necios, es decir, no pongan su seguridad en su sabiduría, en la sabiduría del mundo".
Francisco recordó a los fieles que a pesar de haber "estudiado con los profesores más importantes de su tiempo", el Apóstol Pablo no se vanagloria de sus estudios, sino "sólo de dos cosas".
"Él mismo dice: 'yo sólo me glorío de mis pecados'. Esto escandaliza. Además, en otro pasaje dice: 'Yo sólo me glorío en Cristo, este Crucificado. La fuerza de la Palabra de Dios está en aquel encuentro entre mis pecados y la sangre de Cristo, que me salva. Y cuando no existe este encuentro, el corazón no tiene fuerza. Cuando se olvida ese encuentro que hemos tenido en la vida, nos volvemos mundanos, queremos hablar de las cosas de Dios con lenguaje humano, y no sirve: no da vida".
Asimismo, recordó que Pedro – en el Evangelio de la pesca milagrosa – experimenta el encuentro con Cristo viendo su propio pecado: ve la fuerza de Jesús y se ve a sí mismo. Se inclina a sus pies diciendo "Señor, aléjate de mí, porque soy un pecador". En este encuentro entre Cristo y mis pecados está la salvación, dijo el Papa.