Cada 31 de agosto se celebra a la Virgen de las Lágrimas, advocación mariana surgida en Siracusa (Italia) a mediados del siglo XX, cuando una imagen del Corazón Inmaculado de María derramó lágrimas en repetidas ocasiones.
En 1994 el Papa San Juan Pablo II, de visita en el lugar, se refirió a aquellas lágrimas como “lágrimas de dolor por cuantos rechazan el amor de Dios… lágrimas de dolor y esperanza” por la conversión del mundo.
Las lágrimas de una Madre
El portento se produjo en 1953, en la humilde casa de los esposos Angelo Lannuso y Antonina Lucia Giusti. Los esposos tenían en su dormitorio, una imagen de la Virgen María hecha en relieve sobre yeso. Durante cuatro días, entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre, cayeron lágrimas de los ojos de la imagen.
La primera en presenciar el milagro fue Antonina, en ese momento embarazada de su primer hijo. Los esposos Lannuso habían recibido la imagen de la Virgen como un presente de bodas.
El párroco de la localidad, P. Giuseppe Bruno, llegó hasta la casa de los Lannuso acompañado de algunas personas, entre ellas algunos científicos, como era el caso del doctor Michele Cassola, médico abiertamente ateo. En el lugar, los expertos -que luego integrarían la comisión investigadora de los hechos- fueron testigos directos del milagro, que desde aquel día no se volvería a repetir.