24 de noviembre de 2024 Donar
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La historia de Paul Yun Ji-Chung, uno de los mártires de Corea beatificados por el Papa

Beato Paul Yun Ji-Chung. Foto: Captura de YouTube / CTV

Paul Yun Ji-Chung, quien junto a sus 123 compañeros mártires fueron beatificados hoy por el Papa Francisco en Corea, fue condenado a muerte junto a su primo por rechazar los ritos ancestrales confucianos y por no delatar a otros católicos.

Paul nació en 1759 en una familia noble de Janggu-dong, Jinsan, Jeolla. Fue hermano mayor de Francis Yun Ji-heon, quien fue martirizado en Jeonju durante la persecución de Shinyu de 1801.

Siendo inteligente y confiable, se dedicó a estudiar desde pequeño y en este contexto conoció la fe católica por medio de un familiar.

Después de estudiar la doctrina católica por tres años, fue bautizado en 1787. Luego le enseñó el catecismo a su madre, a su hermano Francis Yun y a su primo James Gwon. Del mismo modo, junto a Augustine Yu, un pariente político, intentó proclamar el Evangelio.

En 1790, ante el decreto del Obispo de Pekín, A. Gouvea,  que prohibía la práctica de ritos ancestrales, Paul y su primo James quemaron la tableta ancestral. Tiempo después muere su madre, quien había pedido ser enterrada según el rito católico, en vez del rito confuciano.

La noticia de que Paul no había ofrecido el rito fúnebre tradicional y que había quemado la tableta ancestral corrió rápidamente y llegó hasta la corte real, que decide encarcelarlo junto a su primo James.

Los dos se ocultan y sólo se presentan a las autoridades al enterarse de que el magistrado Jinsan, encargado de detenerlos, apresaría al tío de Paul, en vez de ellos.

El magistrado trató de persuadirlos de renunciar a su fe, pero al ver que no podía cambiarles de opinión, los transfiere al gobernador. Allí trataron de sacarles los nombres de otros católicos, pero no obtuvieron ninguna información. Por el contrario, los dos defendieron su fe con determinación y Paul les indicó, artículo por artículo, la irracionalidad de los ritos ancestrales confucianos.

Esto enfureció al gobernador, quien envió que fueran castigados. A estas alturas, Paul y James estaban listos para morir. Su única respuesta fue: "servimos a Dios como nuestro "Gran Padre", por lo tanto, nosotros no podemos venerarlo desobedeciendo Sus Mandamientos".

El gobernador de Jeonju les hizo escribir sus declaraciones finales y los sometió a la corte real, donde los ministros exigieron al rey que fueran decapitados. El rey aceptó la propuesta y un 8 de diciembre de 1791 (13 de noviembre según el calendario lunar) mueren mientras oraban a Jesús y María.

Paul Yun tenía 32 años y es considerado el primer mártir decapitado en la historia católica de Corea.

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