ROMA,
Cuando era un joven jesuita, recién ingresado a la orden, el Papa Francisco anhelaba convertirse en un misionero en el lejano oriente, en Asia, como muchos santos sacerdotes de la Compañía de Jesús.
El propio Francisco lo reveló a más de 8 mil alumnos de colegios jesuitas de Italia y Albania, en junio del año pasado: "cuando estudiaba filosofía, le escribí al Padre Arrupe (entonces Superior General de la Compañía de Jesús), para que me mandara a Japón o a alguna otra parte".
Sin embargo, su anhelo se vio truncado debido a un mal que sufrió de joven y que resultó en la extracción de un fragmento de su pulmón.
En efecto, el P. Pedro Arrupe, dijo en esa ocasión el Papa, "reflexionó bien y me dijo, con mucha caridad: 'Pero usted tuvo una enfermedad en el pulmón, eso no es bueno para un trabajo tan fuerte', y entonces me quedé en Buenos Aires".
"Pero fue muy bueno, el Padre Arrupe, porque no me dijo: 'Pero usted no es tan santo como para ser misionero'; era bueno, tenía caridad, ¿eh? Y lo que me dio mucha fuerza para convertirme en un jesuita fue su carácter misionero: salir, ir a las misiones a anunciar a Jesucristo".
El Santo Padre remarcó que "lo que más me gustó de la Compañía es su carácter misionero; quería convertirme en un misionero".