Cada 26 de julio la Iglesia Católica celebra a San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María y abuelos del Señor Jesús.
A través de ellos, la tradición nos ayuda a ser más conscientes de cuán valioso es estar en contacto con la ‘familia grande’ (abuelos, tíos, primos, etc.) y, en particular, como dice el Papa Francisco, de la importancia de los abuelos con quienes se da «el encuentro y el diálogo intergeneracional… El Documento conclusivo de Aparecida nos lo recuerda: “Niños y ancianos construyen el futuro de los pueblos. Los niños porque llevarán adelante la historia, los ancianos porque transmiten la experiencia y la sabiduría de su vida” (n. 447)».
La responsabilidad de ser padres
Joaquín y Ana —santos patronos de los abuelos— fueron personas de profunda fe y confianza en las promesas de Dios. Ambos educaron a la Virgen María en la fe del Pueblo de Israel, alimentando en Ella el amor hacia el Creador y contribuyendo de manera singular a que Nuestra Madre estuviera lista para su singular vocación.
Es a través de sus padres como María se suma a esa porción del pueblo escogido que espera la llegada del Salvador de la humanidad, el Mesías.