MADRID,
El Arzobispo de Santiago de Compostela (España), Mons. Julián Barrio, celebró una Misa en la Catedral de su arquidiócesis en recuerdo de las víctimas del accidente del tren Alvia, del que se cumple su primer aniversario.
El Arzobispo de Santiago de Compostela aseguró durante la homilía que "la vida se comprende siempre mirando hacia atrás, pero hay que vivirla mirando hacia delante". "En esta Eucaristía, hacemos memoria del Jesús muerto y resucitado, y recordamos con afecto y oración, con la verdad y la bondad que merecen quienes, hace un año, perdieron su vida en el accidente ferroviario, asociando su destino al de Cristo", dijo el Arzobispo.
"Entonces nos estremecimos ante el inmenso dolor de las víctimas que puso de relieve la compasión y el heroísmo de tantas personas que su cercanía y su esforzado trabajo fueron signos de luz en el misterio del dolor y de la muerte", explicó Mons. Barrio y precisó que esta catástrofe se vivió "con esperanza cristiana, mirando lejos y en profundidad en el espesor de lo inesperado y afrontando los retos con lo mejor de nosotros mismos".
Por eso, ha encomendado al Señor a los fallecidos "para quienes el tiempo de la prueba dio paso a la eternidad de la recompensa cruzando el umbral de la esperanza" y ha pedido por la recuperación de los heridos y por "el consuelo y la serenidad para sus familias".
Ha recordado las palabras de Cristo que dice: "Yo soy la resurrección y la vida, todo el que cree y vive en mi no morirá para siempre", por eso el Arzobispo ha explicado que "nuestra fe en la vida eterna nos da la confianza de que en la meta de nuestra peregrinación terrena nos espera Cristo Resucitado, vida definitiva para los que han muerto y consuelo para los que todavía peregrinamos en este mundo".
"Cuantas veces nos habremos preguntado ¿Por qué tuvo que ocurrir esta desgracia? ¿Dónde estaba Dios en ese momento? Es el grito de angustia de tantos y tantos a través de la historia que sufren las consecuencias del mal", afirmó Mons. Barrio durante la homilía y explicó con unas palabras de Benedicto XVI que "no podemos comprender el secreto de Dios. Nos equivocamos si queremos hacernos jueces de Dios y de la historia. En ese caso, no defendemos al hombre, sino que contribuimos sólo a su destrucción. Debemos seguir elevando, con humildad pero con perseverancia, ese grito a Dios: para que el poder que Dios ha depositado en nuestro corazón no quede cubierto y ahogado en nosotros por la tristeza y la desesperación".