La globalización es un fenómeno que nos interpela, especialmente en una de sus principales manifestaciones como lo es la emigración. Se trata de uno de los "signos" de este tiempos que vivimos y que nos recuerdan las palabras de Jesús "¿Por qué no juzgan ustedes mismos lo que es justo?" (Lc. 12,57). No obstante el gran flujo de migrantes presentes en todos los Continentes y en casi todos los Países, la migración es vista aun como emergencia, o como un hecho circunstancial y esporádico, mientras se ha convertido ya en un elemento característico y en un desafío de nuestras sociedades.
Es un fenómeno que trae consigo grandes promesas junto a múltiples desafíos. Muchas personas obligadas a la emigración sufren y, a menudo, mueren trágicamente; muchos de sus derechos son violados, son obligados a separarse de sus familias y lamentablemente continúan siendo objeto de actitudes racistas y xenófobas.
Frente a tal situación, repito aquello que he tenido oportunidad de afirmar en el Mensaje para la Jornada mundial del Migrante y del Refugiado de este año: "Es necesario un cambio de actitud hacia los migrantes y refugiados por parte de todos; El paso de una actitud de defensa y de miedo, de desinterés o de marginación – que, al final, corresponde precisamente a la "cultura del descarte" – a una actitud que tenga a la base la "cultura del encuentro", la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor".
Me urge, además, llamar la atención sobre decenas de miles de niños que emigran solos, no acompañados, para escapar a la pobreza y a las violencias: esta es una categoría de migrantes que, desde Centro América y desde México, atraviesa la frontera con los Estados Unidos de América en condiciones extremas, en busca de una esperanza que la mayoría de las veces resulta vana. Ellos aumentan día a día.
Tal emergencia humanitaria reclama en primer lugar intervención urgente, que estos menores sean acogidos y protegidos. Tales medidas, sin embargo no serán suficientes, sino son acompañadas por políticas de información sobre los peligros de un viaje tal y, sobre todo, de promoción del desarrollo en sus países de origen.
Es, finalmente necesario, frente a este desafío, llamar la atención de toda la comunidad internacional para que puedan ser adoptadas nuevas formas de migración legal y segura.