Así que la Iglesia es el pueblo que sirve al Señor. Por esto es el pueblo que experimenta su liberación y vive en esta libertad que Él le dona. ¡La verdadera libertad siempre la da el Señor! La libertad, ante todo, del pecado, del egoísmo en todas sus formas: la libertad de donarse y hacerlo con alegría, como la Virgen de Nazaret que es libre de sí misma: no se repliega sobre su estado - ¡y bien podría haber tenido el motivo! – sino que piensa en quien en aquel momento tiene más necesidad. Es libre en la libertad de Dios, que se logra en el amor.
Y esta es la libertad que nos ha donado Dios, y nosotros no debemos perderla: la libertad de adorar a Dios, de servir a Dios y de servirlo también en nuestros hermanos.
Esta es la libertad que, con la gracia de Dios, experimentamos dentro de la comunidad cristiana, cuando nos ponemos al servicio los unos de los otros. Sin celos, sin tomar partido, sin habladurías.... Servirnos los unos a los otros. ¡Servirnos! Entonces el Señor nos libera de ambiciones y rivalidades que socavan la unidad de la Comunión.
Nos libera de la desconfianza, de la tristeza - esta tristeza es peligrosa, porque nos tira abajo; ¡es peligrosa, estén atentos! Nos libera del miedo, del vacío interior, del aislamiento, del arrepentimiento, de los lamentos. También en nuestras comunidades, de hecho, no faltan actitudes negativas que vuelven a la gente autorreferencial, más preocupados en defenderse que en donarse.
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Pero Cristo nos libera de esta monotonía existencial, como proclamamos en el salmo responsorial: "Tú eres mi ayuda y mi liberación". Por eso los discípulos, nosotros discípulos del Señor, aun permaneciendo débiles y pecadores, estamos llamados a vivir con alegría y valentía nuestra fe, la comunión con Dios y con los hermanos, la adoración a Dios, y a afrontar con fortaleza las fatigas y pruebas de la vida.
Queridos hermanos y hermanas, la Virgen Santa que veneran en particular con el título de "Madonna della Libera", les consiga la alegría de servir al Señor y de caminar en la libertad que Él nos ha donado: en la libertad de la adoración, de la oración y del servicio a los demás.
Que María los ayude a ser Iglesia materna, Iglesia acogedora y atenta a todos. Que ella esté siempre junto a ustedes, a sus enfermos, a sus ancianos que son la sabiduría del pueblo, a sus jóvenes. Para todo su pueblo sea un signo de consuelo y de esperanza cierta. Que la "Madonna della Libera" nos acompañe, nos ayude, nos consuele, nos dé paz y nos dé alegría.
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