En Roma cada vez más jóvenes no van a la iglesia, no bautizan a sus hijos, no saben ni siquiera hacerse la señal de la cruz. ¿Qué estrategia serviría para cambiar esta tendencia?
La Iglesia debe salir a las calles, buscar a la gente, ir a las casas, visitar a las familias, ir a las periferias. No ser una Iglesia que solo recibe, sino que ofrece.
Y los párrocos no tienen que ponerle los rulos a las ovejas…
(Risas) Obviamenteo. Estamos en una época de misión desde hace diez años. Debemos insistir.
¿Le preocupa la cultura de la no natalidad en Italia?
Creo que hace falta trabajar más por el bien común de la infancia. Poner sobre la familia un compromiso, a veces no es suficiente con un salario, no se llega a fin de mes. Se tiene el miedo de perder el trabajo o de no poder pagar más el alquiler. La política social no ayuda. Italia tiene una tasa bajísima de natalidad, España lo mismo. Francia va un poco mejor, pero también es baja. Es como si Europa, se hubiera cansado de hacer la mamá, prefiriendo hacer de abuela. Mucho depende de la crisis económica y no solo de una deriva cultural gravada en el egoísmo y el hedonismo. El otro día leía una estadística sobre los criterios del gasto de la población a nivel mundial. Después de la alimentación, vestidos y medicinas, tres voces necesarias, después la estética y los gastos para los animales domésticos.
¿Cuentan más los animales que los niños?
Se trata de otro fenómeno de degradación cultural. Esto es porque la relación afectiva con los animales es más fácil, más previsible. Un animal no es libre, mientras que tener un hijo es una cosa compleja.
¿El Evangelio habla de los más pobres y a los más ricos para convertirlos?
La pobreza está en el centro del Evangelio. No se puede entender el Evangelio sin entender la pobreza real, teniendo en cuenta que existe también una pobreza bellísima del espíritu: ser pobre ante Dios porque Dios te llena. El Evangelio se dirige indistintamente a los pobres y a los ricos. Y habla tanto de pobreza como de riqueza. No condena para nada a los ricos, pero sí las riquezas cuando se hacen objetos de idolatría. El dios dinero, el becerro de oro.
Usted pasa por ser un Papa comunista, populista. The Economist que le dedicó una portada afirma que habla como Lenin. ¿Se identifica con esto?
Yo digo solo que los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. La pobreza está en el centro del Evangelio. Los pobres están en el centro del Evangelio. Si miramos Mateo 25, el protocolo sobre el cual seremos juzgados: tuve hambre, tuve sed, estuve en la cárcel, estuve enfermo, desnudo. O miremos las Bienaventuranzas, otra bandera. Los comunistas dicen que todo esto es comunista. Sí, como no, veinte siglos después. Entonces cuando hablamos, podríamos decirles: pero ustedes son cristianos (risas)
Si me permite una crítica…
Claro.
Usted quizá habla poco de las mujeres y cuando habla afronta el argumento solo desde el punto de vista maternal, la mujer esposa, la mujer madre, etcétera. Y las mujeres ya dirigen estados, multinacionales, ejércitos. En la Iglesia, según usted, ¿qué lugar ocupan las mujeres?
Las mujeres son lo más hermoso que Dios ha creado. La Iglesia es mujer. Iglesia es una palabra femenina. No se puede hacer teología sin esta femineidad. De esto usted tiene razón, no se habla lo suficiente. Estoy de acuerdo que se debe trabajar más sobre la teología de la mujer. Lo dije y se está trabajando en este sentido.
¿No entrevé una cierta misoginia de fondo?
El hecho es que la mujer fue tomada de una costilla… (risas). Bromeo, estaba bromeando. Estoy de acuerdo en que es necesario profundizar más en la cuestión femenina, de lo contrario no se puede entender la Iglesia en sí misma.
Podemos esperar de usted decisiones históricas, tipo una mujer jefe de dicasterio, no hablo del clero…
(Risas). Bueno, muchas veces los sacerdotes acaban bajo la autoridad de las perpetuas…
En agosto usted irá a Corea. ¿Es la puerta para China? ¿Está apuntando a Asia?
Iré a Asia dos veces en seis meses. A Corea en agosto para encontrar a los jóvenes asiáticos. En enero a Sri Lanka y Filipinas. La Iglesia en Asia es una promesa. Corea representa mucho, tiene a sus espaldas una historia hermosísima, durante dos siglos no ha tenido sacerdotes y el catolicismo ha avanzado gracias a los laicos. Hubo también mártires. En cuanto a China, se trata de un desafío cultural grande. Grandísimo. Y después está el ejemplo de Matteo Ricci, que ha hecho mucho bien…
¿Hacia dónde está yendo la Iglesia de Bergoglio?
Gracias a Dios no tengo ninguna Iglesia, sigo a Cristo. No he fundado nada. Desde el punto de vista del estilo no he cambiado comparado a como era en Buenos Aires. Sí, quizá alguna cosa pequeña, porque se debe, pero cambiar a mi edad habría sido ridículo. En mi programa, en cambio, sigo lo que los cardenales pidieron durante las congregaciones generales antes del Cónclave. Voy en esa dirección. El Consejo de los ocho cardenales, un organismo externo, nace de ahí. Había sido pedido para ayudar a reformar la Curia. Algo por otro lado nada fácil, porque se da un paso, pero luego ocurre que hace falta esto o lo otro, y si primero era un dicasterio después se convierten en cuatro. Mis decisiones son el fruto de las reuniones pre Cónclave. No he hecho nada yo solo.
Una aproximación democrática…
Fueron las elecciones de los cardenales. No sé si una aproximación democrática, diría más sinodal, también si la palabra para los cardenales no es la apropiada.
¿Qué desea a los romanos por la fiesta de los patronos San Pedro y Pablo?
Que continúen siendo buenos. Son muy simpáticos. Lo veo en las audiencias y cuando voy a las parroquias. Espero de ellos que no pierdan la alegría, la esperanza, la fe no obstante las dificultades. También el 'romanaccio' –dialecto romano-, es bonito.
Wojtyla había aprendido a decir en dialecto romano. 'Amémonos los unos a los otros, ofrezcámonos a los demás'. ¿Usted aprendió alguna frase en romano?
Por ahora poco. Campa e fa' campa' –vive y deja vivir-.
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