El presidente del Comité de Actividades Pro-vida del Episcopado de Estados Unidos, Cardenal Sean O'Malley, saludó el fallo de la Corte Suprema que rechazó unánimemente una ley que creaba una "zona restringida" alrededor de las clínicas de aborto para impedir que los activistas pro-vida recen y aconsejen a las mujeres embarazadas que llegan a estas instalaciones.
El fallo unánime de ayer de la Corte Suprema revierte así una norma del estado de Massachusetts que establecía una "zona restringida" de 35 pies (poco más de 10 metros) alrededor de las clínicas de aborto para impedir que los activistas pro-vida tuviera acceso a las mujeres embarazadas que acuden a las clínicas de aborto.
El también Arzobispo de Boston dio a conocer una declaración en la que señala que "esta ley discriminatoria impedía a estos ciudadanos reunirse en las veredas públicas cercanas, al tiempo que permitía a los 'acompañantes de las clínicas' que apresuraran a las mujeres para que ingresaran a las instalaciones" de las clínicas de aborto.
"Claramente esto era un ataque a la libertad de expresión de los activistas pro-vida de Estados Unidos, por ello saludamos la decisión de la Corte para revertir la norma", indica el Cardenal que también hace parte del Consejo de ocho cardenales que aconseja al Papa Francisco en la tarea de la reforma de la Curia del Vaticano.
El Arzobispo precisó que esta norma, que ahora ha sido revertida, "refleja una tendencia negativa en nuestra sociedad".
"Los promotores del aborto, que desde hace mucho le niegan a los niños no nacidos el derecho a la vida, también quieren negarle a sus hermanos estadounidenses que buscan proteger a estos niños, los mismos derechos que tienen otros estadounidenses: el derecho a la libertad de expresión y la libertad de asociación, el derecho a participar en la vida pública y servir a los vulnerables de acuerdo a nuestras convicciones morales".